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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO    /

 

El domingo, en el Fórum Mundo Imperial, Adela Román Ocampo estaba contenta. Su rostro irradiaba una alegría mesurada y así lo captaron varias fotografías que circulan de ese momento.

Pero llegar ahí no fue sencillo. Podría decirse que en la carrera para lograr la concreción de lo que será su gobierno al frente del municipio más importante económica, social y políticamente del estado, tuvo cuatro momentos importantes.

El primero fue el de la postulación como coordinadora de organización de Morena, un preludio que en otros partidos habría sido una precandidatura. Fue un momento difícil, después de haber permanecido 13 o 14 años alejada de los reflectores políticos, como magistrada del Tribunal Superior de Justicia. No es tanto que estuviera desencanchada, sino que hubo demasiado fuego amigo. Desde Morena y también desde fuera, hubo muchos que se opusieron a su postulación y jugaron con todo para evitar que siquiera llegara a la candidatura. Uno de los argumentos esgrimidos: es mujer, y Acapulco todavía no está preparado para ser gobernado por una mujer. Era como un eco de cuando en 2004 compitió internamente por la candidatura contra el torito, tan masculino él, de Félix Salgado, y más de uno alegaba que no la apoyaría por ser mujer. Era difícil, en ese momento, ganarle a quien había sido dos veces candidato a gobernador, con la sospecha de que ganó el y triunfo le fue arrebatado las dos veces, que había sido dos veces diputado federal y una vez senador, pero aun así, Adela Román se colocó en aquella ocasión en segundo lugar, dejando atrás al entonces diputado federal Ramón Almonte y a la también diputada federal Rosario Herrera Ascencio. En 2017, en esta etapa previa, hubo quienes se alinearon con propuestas masculinas a pesar de que el género para Acapulco se había definido por una mujer, y a pesar de que Andrés Manuel López Obrador había dicho que la candidatura sería para una mujer. Fueron tiempos de descreer. Por eso algunos se fueron al PT a apoyar primero a Javier Solorio y luego a Zeferino Torreblanca, y después simplemente no regresaron a Morena. Por eso otros clamaban al cielo que fuera inhabilitada porque supuestamente no había pedido licencia como magistrada. Por eso le regatearon el nombramiento de coordinadora de organización que le había asignado el Consejo Estatal, y le amarraron las manos para evitar que pudiera moverse. Por eso en este período los medios de comunicación prácticamente estuvieron ausentes: uno o dos solitarios reporteros cubrían sus actividades. Porque la mayoría no creía.

Un segundo momento fue el de la candidatura. Ya no había nada que hacer, pero muchos estaban dispuestos a eso, a no hacer nada por apoyarla. Su postulación dividió a Morena. El grupo de Acapulco, comandado por Marcial Rodríguez Saldaña y César Núñez Ramos, le dio todo su apoyo; el de Chilpancingo, con Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros a la cabeza, se mantuvo a la distancia, cuando no algunos de sus miembros de plano le lanzaron dardos envenenados, sobre todo en los momentos de las negociaciones por la integración de la lista de regidores. En estos dos momentos el fuego amigo fue la tónica. Los de enfrente, PRI y PRD, prácticamente no se ocuparon de ella, y ese fue su error. Un dato es que hasta este momento Adela Román hizo campaña prácticamente sin acompañamiento de los medios de comunicación, aunque la lista se elevó: ya serían tres o cuatro los que la seguían.

El tercer momento fue el del triunfo. Suele escribir Misael Habana que no fue un triunfo propio sino de López Obrador. La verdad es que los reporteros y los políticos estuvieron ausentes de su campaña, y no se dieron cuenta de cómo ganó. Evidentemente, el factor López Obrador jugó en su favor, pero si solo de eso se tratara, Morena habría ganado en 80 municipios de Guerrero y no nada más en 16. El triunfo era previsible desde el primer día de campaña cuando comenzó en el mercado central y en el río de gente una tras otras las personas la iban saludando de mano porque la conocían: uno fue su alumno, otro era amigo de su madre, una señora era su vecina, y así por todas partes. En el Grupo Aca, donde hay de todos los partidos, todos la conocían, o tenían una anécdota con ella, o le deseaban suerte. En las colonias lo mismo sucedía. Pero los reporteros se perdieron el dato, y triunfo los tomó por sorpresa. El día después de la elección, la casa de campaña de Costera 125 estaba llena de comunicadores. “Ahora sí vinieron muchos que nunca había visto antes”, comentó con genuino asombro uno de los militantes. Esta etapa sería también de muchas presiones por la designación de los colaboradores, lo que llegó al punto más álgido cuando la síndica Leticia Castro fue amenazada en la Secretaría de Protección y Vialidad, en el contexto de la designación del titular de esa área. Sea porque Adela Román pidió la ayuda al equipo de transición del gobierno federal o porque este se la dio por cuenta propia, la reacción fue abrumadora: la Marina, Sedena, Policía Federal y estatal, tomaron las instalaciones, hicieron detenciones y ahora controlan todo. Como sea, fue una muestra de indudable fortalecimiento para la presidenta municipal, que en esa fecha todavía no entraba en funciones.

El cuarto momento, con el que concluye esta etapa, parece sacado de otra historia: en el Fórum Mundo Imperial, en la toma de protesta del Cabildo 2018-2021, las caras son completamente nuevas. Gente que nunca se vio en ninguno de los tres momentos anteriores, ahora coordina, dirige, toma decisiones. Decide quién entra, quién no, aunque finalmente todos entran. En la parte media del auditorio, pero a la orilla, como en un rincón, están, calladitos, ordenaditos, los nuevos funcionarios. No los de primer nivel, sino los que tienen ya asegurada una dirección, una subdirección, una jefatura. Algunos son conocidos, pero muchos, como los organizadores del evento, no fueron vistos en las etapas previas de la campaña. Sorprende cómo, al igual que los organizadores del evento, se colocaron en esas posiciones estratégicas, pero ahí están. En el pódium, Adela Román sonríe: el triunfo es inobjetable y se ve lejano, como de otra época, el momento en que algunos apostaban que no llegaría ni a ser candidata. Tan han cambiado las cosas, que bastó una sesión de Cabildo para que, sin reticencias, fueran aprobadas sus ocho propuestas para las distintas secretarías de su gabinete.

Lo que viene ahora es apenas el principio, pero algo queda claro: una cosa es el camino para ganar el poder, y otra cosa es el ejercicio del mismo.

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