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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

La presidenta municipal electa de Acapulco, Adela Román Ocampo, lleva en la sangre un sello distintivo: la izquierda.

Hasta el momento, es no solo la primera mujer que gobernará el puerto como resultado de una votación, sino que es la primera en haber nacido literalmente en la izquierda. Sus antecesores, Zeferino Torreblanca Galindo, Alberto López Rosas, Félix Salgado Macedonio, y Evodio Velázquez, son personas que abrazaron la lucha de izquierda en algún momento de su vida adulta.

Pero Adela Román se formó desde sus primeros balbuceos bajo el cobijo de su padre Nicolás Román Benítez, veterano luchador social de izquierda, reivindicador del socialismo y su madre María Elena Ocampo, con no menores prendas que el padre en su forma de concebir el mundo.

Curiosamente, y al contrario de sus antecesores, en algún momento de su vida adulta salió de la izquierda para mirar el mundo desde el otro lado y fue agente del Ministerio Público, juez de paz, e hizo carrera judicial. En estos ires y venires se topó con momentos definitorios, como cuando le tocó llevar el caso del entonces prisionero Eloy Cisneros Guillén, y su intervención fue decisiva para que no se cometiera con él otra injusticia como cuando en los años 70 fue acusado falsamente de secuestro.

Lo demás es ampliamente documentado: fue síndica en el primer gobierno que sacó al PRI del Ayuntamiento de Acapulco, y diputada local por el PRD, en ese tiempo la única opción de izquierda.

Ahora gobernará Acapulco encabezando el primer gobierno de izquierda de la cuarta transformación. Aquí cabe una interrogante: ¿y cuál tendría que ser la diferencia entre este gobierno y sus antecesores perredistas, que tienen una misma matriz ideológica?

La diferencia está en que en esta ocasión, por una parte, hay una definición de rumbo hacia la izquierda en todo el país, en el gobierno federal, en el Congreso federal y en el estatal y por supuesto en el municipio. Y esa definición es un mandato sin concesiones que dio la ciudadanía.

Por eso para Adela Román gobernar el municipio debe ser un reto, una oportunidad, y un honor. Para alguien que pasó toda su vida en la izquierda, tiene que ser un alto honor cumplir con este mandato. Y, desde luego, una gran responsabilidad.

Pero, ¿y dónde estará el sello que distinga su gobierno del de sus antecesores perredistas?

Tendría que estar, según parece, en dos ámbitos. Uno, en el operativo: es decir, un gobierno que se esfuerce por atender las necesidades sociales, por promover el bienestar social, por impulsar los programas que ayuden a remontar la pobreza, la discriminación, etcétera. De alguna manera, algo que se han planteado los gobiernos de izquierda aunque en realidad poco se haya avanzado.

Lo otro es la transformación. Para transformar se necesita comunicar, enlazar al gobierno y la sociedad de tal manera que lo que surja sea un cambio. Adela Román ha planteado algo importante al respecto: las asambleas ciudadanas, que serán parte de su estrategia, para que la gente pueda participar y sus opiniones sean incorporadas como políticas públicas.

La cultura y la comunicación social tendrían que ir de la mano, dos asuntos a los que ninguno de los gobiernos de izquierda antes les ha prestado atención. La cultura es liberadora, por eso es tan importante en la transformación. Los gobiernos de izquierda deben plantearse una pregunta sencilla: ¿Cultura, para qué? Cultura para transformar o cultura como espectáculo, o quizá como atractivo turístico. Si lo que se requiere es transformar es necesario ir más allá de los eventos, buenos o malos; es necesario llevar la cultura a las escuelas –con los jóvenes, con los niños-, a los barrios, a las colonias, y pensar que si no se transforma, no se está logrando el objetivo. Hay la anécdota de un periodista que de niño convivió con la violencia y en la preparatoria ya andaba armado. Entonces un profesor lo metió a un taller de poesía y le dijo que tenía madera de poeta. El joven lo asumió, y entendió que no podía ser poeta y andar empistolado. Hoy lleva varios libros publicados, y ningún muerto en su conciencia.

La comunicación desde el gobierno es fundamental. ¿Cómo sería una comunicación desde la izquierda? Seguramente, una comunicación que abandonara la simple manufactura del boletín diario y el convenio con los medios para reproducir ese boletín, y que tratara de comunicar con perspectiva: con perspectiva de género, con perspectiva de derechos humanos, con intención de apoyar a la cultura en convertirse en transformadora, con intención, finalmente, de llevar al ciudadano la visión de lo que implica ser un gobierno de izquierda. Es desde esta posición desde donde se pueden fomentar los valores y la participación ciudadana, como lo ha planteado la alcaldesa electa, pero desde Zeferino hasta Evodio, la comunicación ha sido un asunto solo de boletines. Desde aquí se puede promover la igualdad, la solidaridad, la responsabilidad compartida. Es curioso que siendo Acapulco uno de los ocho municipios con alerta de violencia de género, no haya, por ejemplo, ninguna campaña para prevenirla o combatirla.

No robar, no mentir, no traicionar al pueblo, sí. Y también dar resultados. Y no olvidar: la cuarta transformación pasa por Acapulco, y pasa por todos los ciudadanos. Dicen que la elección dio dos mandatos: uno, de la sociedad a los políticos, para que las cosas cambien; y otro, de la sociedad a sí misma, para que ella también cambie. Un gobierno de izquierda como el que está por iniciar, tendría que tenerlo claro, y además ejercer y promover este doble mandato.

Es, al final de cuentas, un asunto también de perspectiva. Adela Román empezará a gobernar dentro de menos de un mes, y es deseable que las cosas le salgan bien, y que quienes la acompañen estén también en la misma línea. Lo demás, tendría que llegar por añadidura.

El momento es histórico, eso no está a discusión.

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