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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO  /

 

Acapulco, 05 de marzo de 2018.

Definitivamente, no existe comparación entre el intento de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador por negarse a acatar una resolución judicial que le impedía abrir una calle para un hospital, y la investigación judicial por lavado de dinero en que se intenta involucrar al candidato del PRDAN, Ricardo Anaya.

Por donde se le mire, es injustificada la pretensión de los perredistas -esbozada a través del secretario general del CEN, Ángel Ávila Romero- de que López Obrador salga a pronunciarse sobre ese tema y prácticamente cuestione el uso de las instituciones para bajar de su sitio a un candidato presidencial.

En primer lugar, el tema del desafuero fue originado por un asunto de tipo social, no de corrupción. No se investigaba un desvío de recursos, se sancionaba el no acatar la orden de un juez, que como se sabe, se castiga precisamente con el desafuero y la destitución del gobernante. En su momento, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal expresamente se negó a acatar lo que consideró una orden injusta, y enfrentó las consecuencias, pero al hacerlo, solo exhibió al sistema judicial y a sus instituciones… y creció como aspirante presidencial.

El caso del panista en cambio versa sobre un asunto de corrupción, que es muy diferente. En esa lógica, lo que pide Anaya y lo que piden sus ahora aliados, los perredistas, es que haya impunidad, que el hecho de ser candidato presidencial lo exima de responsabilidades en un posible ilícito. Y aquí no se está diciendo que sea culpable, pues eso lo determinará la autoridad. Lo que se dice es que en PRDAN intenta evitar que se investigue un posible acto delictivo con el argumento de que su autor es candidato presidencial.

Sin embargo, tampoco hay que dejar fuera el manejo de las instituciones con fines políticos, si bien, hay que verlo de otra manera. Si México fuera un país de leyes, donde esas instituciones actúan con independencia de la prominencia del posible infractor, simplemente se tendría que investigar a Anaya y si es culpable, sacarlo de la carrera presidencial, porque nadie quiere por presidente a un delincuente. Pero no ocurre así. Y prueba de ello es que hay infinidad de priistas que han tenido señalamientos públicos de actos de corrupción y no se les molesta. Entonces sí podría estar ese escenario puesto, pero con otro fin: a través del caso Anaya, preparar cualquier procedimiento judicial contra el verdadero peligro para el PRI-gobierno, que es López Obrador, o sus allegados. Y habría esta lógica: ¿por qué a Anaya sí se le puede investigar, si hay una presunción, y a López Obrador y los suyos no?

La consultora de marketing político Eurasia, citada por Francisco Garfias en Excelsior, alerta que la estrategia de golpear a Anaya para bajarlo a un segundo lugar, y que José Antonio Meade pueda escalar a ese sitio y, desde ahí, competir con el puntero López Obrador, podría volverse contra el priista. Sin embargo, este análisis parte de una lógica extraña: si bajan a Anaya al tercer sitio, no significa que Meade tenga que subir, solamente que el panista estará abajo, por lo que competir desde el mismo sitio para el candidato tricolor sería igual de difícil así se trate del tercero o del segundo.

La lógica, pues, puede venir por otro lado: en realidad, al sistema (PRIANRD) lo que le interesa es bajar a López Obrador. ¿Pero cómo hacerlo, si es visible un hartazgo nacional contra la política que representa el PRI, y cómo hacerlo si la perspectiva es que el PRDAN es lo mismo que el PRIANRD? Y para muestra, un botón: Diego Fernández de Cevallos, el operador de Anaya, en casa de Meade, festejando su cumpleaños.

La lógica de golpear a Anaya entonces podría estar en otro escenario: no se trata de bajarlo de ningún lugar, sino por lo contrario, convertirlo primero en mártir, es decir, hacerle lo mismo que le hizo Fox a López Obrador con el desafuero: hacerlo crecer. La victimización ayuda, de eso hay constancia en México. Pero también hay otro factor: el PRI ataca a Anaya, y lo convierte en su adversario, no en su aliado, al menos en la imagen pública. Así, no solo hay un opositor: son dos, López Obrador… y Anaya. Y, para los indecisos -pero convencidos de no votar por el PRI-, los dos representan una alternativa. Esa es la lógica.

Se puede aventurar entonces que el panista continuará siendo hostigado por un rato, pero no será hallado culpable. En cambio, se le dará la oportunidad de defenderse y aparecerá en todos los medios, y le dirá al Presidente: “Así no, señor Presidente”. Dice Eurasia que eso afectará más a Meade que a Anaya. Es cierto, pero no importa: el PRIANRD ya tiene su candidato para competir contra López Obrador.

 

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