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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) también, como en los demás partidos, se están cociendo habas.

Las alianzas, las jugadas políticas, los acuerdos, las patadas bajo la mesa, son inevitables: el próximo año se renovarán las alcaldías, las diputaciones locales y federales y las senadurías, además de la presidencia de la República.

Así pues, aunque andan calladitos, los priistas están tejiendo sus redes para ver cómo quedará el escenario ante la elección de 2018 y, sobre todo, después de la elección.

El caso Acapulco es de alta prioridad para el priísmo por varias razones: la primera, es que se trata del municipio más importante del estado, donde el PRI no gobierna; es también no solo la piedra angular en la entidad –y en 2021 habrá renovación de la gubernatura- pues concentra una cuarta parte de la población en edad de votar, sino que representa también a la economía del estado.

Por eso para los priistas se ha convertido en un asunto vital recuperar el gobierno, lo cual explica que en las últimas fechas el dirigente estatal Heriberto Huicochea se la pase un día sí y otro también en el puerto.

Sin embargo, los priístas no solo tendrán que enfrentar a un gobierno emanado del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que tiene un alcalde, Evodio Velázquez, que podría buscar la reelección, y una dirigente nacional, Beatriz Mojica, que ha puesto sus ojos en el puerto y desde ahí suele lanzar dardos envenenados contra la administración de Héctor Astudillo.

Tendrán, además, que tejer fino para evitar las confrontaciones internas. Hasta ahora Acapulco ha representado un espacio uniforme para el priísmo, que ha sido cohesionado por el ex alcalde y ex secretario de Operación Política del CEN, Manuel Añorve Baños. Originalmente, las propuestas de la elección pasada para el Congreso, todas, provenían del añorvismo; igual para las dos diputaciones federales. Curiosamente las dos candidaturas que no provenía de este grupo, la de Marco Antonio Terán Porcayo en la alcaldía, y la de Irma Figueroa a la diputación local por el distrito 5, fueron las únicas en perder frente al PRD.

Lo que habría que estudiar ahora es si lo que viene será un choque de trenes o un acuerdo que permita a los priístas sacar sus candidatos en Acapulco.

El añorvismo demostró en el puerto no solo tener control dentro del PRI, sino al final de cuentas, ser un factor de gobernabilidad. No es menor el dato de que cuando Fermín Alvarado Arroyo se alejó de su grupo original, el figueroísmo, y se unió a los añorvistas, su estrella brilló: después de no haber podido ser, primero, candidato precisamente frente a Manuel Añorve, y luego de no haber podido ganar la alcaldía cuando fue postulado en la elección siguiente, se convirtió, ya dentro del añorvismo, en el encargado de la presidencia del PRI municipal, y ayer finalmente fue ungido en ese cargo.

En esa tesitura, suena lógico que los añorvistas impulsaran una candidatura para las próximas elecciones, y hasta ahora se ha mencionado a la diputada federal Julieta Fernández Márquez, como la figura más posicionada dentro de ese grupo para la alcaldía. El punto de conflicto en este caso parece estar en un ex añorvista, que ha decidido entrar en competencia por la misma posición: el diputado federal Ricardo Taja Ramírez.

Los hermanos Javier y Ricardo Taja estaban en el PRD, a donde habían sido llevados por su padre Javier Taja Mestre, aunque con poca fortuna. De ahí los reclutó Manuel Añorve y les abrió espacios en el PRI, e impulsó a ambos, hasta que Ricardo llegó a la diputación, se acercó al gobernador Héctor Astudillo y al ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, y se distanció de Añorve y su grupo. Ahora parece estar dispuesto a pelear para agenciarse la candidatura.

Para entender la fuerza del añorvismo, habría que notar que entre Manuel Añorve, como cabeza del grupo, y el gobernador Héctor Astudillo, ha habido una alianza que no proviene de ahora. Cuando ambos eran precandidatos a la gubernatura, y había una corriente que impulsaba al rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Javier Saldaña Almazán, Añorve Baños salió a declarar que el candidato debería ser un priísta, y dejó claro que tendría que salir de entre él y Astudillo.

El gobernador ha mantenido esa alianza y ha apoyado a los añorvistas. Una muestra fue cuando acudió a la toma de protesta del diputado Samuel Reséndiz Peñaloza como líder estatal de la CNOP y pidió cerrar filas en torno a él.

En el análisis de escenario de los priístas, la cohesión del añorvismo en Acapulco podría estar jugando un papel relevante, en el sentido de que podría garantizarles, sin demasiado esfuerzo, recuperar posiciones que el PRI perdió. Hace falta ver cuál es la jugada de Heriberto Huicochea como líder del PRI estatal, para los priístas de Acapulco.

Hay otras opciones que también han tenido algún movimiento en busca de la alcaldía, aunque con menos revuelo, como la del ex presidente del Tribunal Superior de Justicia, Robespierre Robles Hurtado, quien en algún momento se vio como aspirante, apoyado por su amigo el gobernador; o Rogelio de la O, hijo de aquel ex alcalde de principios de los 90, que ha hecho pública su aspiración en la parte trasera de los camiones.

Lo cierto es que aparte del añorvismo, no hay muchas opciones en el PRI de Acapulco.

 

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