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* La solución mediante química verde es única en el mundo y su inversión no es costos

 

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El poliuretano es un tipo de plástico ampliamente utilizado en la industria, sobretodo en la construcción y en la automotriz. No obstante, sus residuos son difíciles de descomponer, contaminan suelo y agua con elevados riesgos para la salud humana, de manera que deben ser confinados o tratados para su degradación.

En Nuevo León, una empresa dedicada a fabricar partes de motores automotrices emplea para los moldes mezclas de arena con poliuretano, cuyos residuos deben ser confinados a un costo elevado. A fin de reducir los gastos al respecto o de poner en marcha una solución ecológica, sus directivos buscaron la asesoría de especialistas en biorremediación de la Facultad de Ciencias Químicas, de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAC), logrando resultados alentadores.

La propuesta científica, desarrollada por la doctora Araceli Loredo Treviño, profesora adscrita al Departamento de Investigación en Alimentos (DIA) de la UAC, en colaboración con integrantes de la Facultad de Ciencias Químicas, consistió en emplear hongos filamentosos que degradaran el poliuretano.

“La empresa automotriz nos buscó en primera instancia para recuperar, empleando procesos biológicos, la arena con la intención de volverla a utilizar. Para ello propusimos usar un microorganismo que degradara el poliuretano, dado que su naturaleza es fenólica y conociendo que hay hongos que lo descomponen empezamos en el proyecto”, refiere la investigadora mexicana.

Algunos plásticos pueden ser reciclados fácilmente, otros son más complejos, como el poliuretano que por su versatilidad se utiliza en la fabricación de infinidad de productos, desde barnices hasta ropa de licra; su presencia en el planeta data de hace 60 años.

Para la degradación de poliuretano se emplean con buenos resultados hongos y bacterias, tal como lo refiere la literatura científica. Sin embargo, por el tipo de plástico usado por la empresa neoleonesa el proceso fue innovador.

La doctora Loredo Treviño detalla que un hongo filamentoso necesita carbón orgánico para vivir, también requiere de azúcares, mismos que toma de plantas o frutas, y cuando no los tiene al alcance los toma de otras cadenas, como las de los plásticos. Cuando esto sucede empiezan a producir enzimas que cortan las cadenas de carbono y las incorporan a su metabolismo.

Se evaluaron 20 cepas de la colección de hongos del DIA de la Facultad de Ciencias Químicas, y el que tuvo mejor actividad fue un Trichoderma.

“La propuesta fue contaminar menos a partir del proceso, por lo que propusimos plantas con capacidad remediación y los hongos filamentosos, y logramos reducir la cantidad de poliuretano y con ello los gastos por confinamiento. A la empresa se hizo la transferencia del conocimiento por parte de la UAC y sus responsables lo aplicaron de acuerdo a sus procesos tenían. Se trata de una metodología no conocida hasta ahora.

“Es importante dejar claro que el tiempo de degradación dependerá del microorganismo y del sustrato en el que se soporte, así como del tipo de plástico y de un tratamiento previo. No pueden esperarse los mismos resultados de descomposición para los tipos de poliuretano que emplea la industria”.

Finalmente, la especialista en soluciones ambientales puntualiza que este tipo de biorremediación no es costosa, pues el hongo es muy noble dándole una fuente de carbono orgánica y suficiente humedad es capaz de crecer, tanto cepas como sustrato son viables. Sin embargo, no es una solución a corto o mediano plazo, requiere tiempo para brindar mejores resultados.

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