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JUAN AGUADO FRANCO    */

 

Desde noviembre de 1973 se había planteado en la Dirección Nacional de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), realizar Jornadas Nacionales de Agitación y Propaganda para convocar al pueblo de México a la insurrección y dar a conocer los ideales y principios de la lucha consistentes en hacer prevalecer la justicia, el socialismo, derrocar el gobierno de la burguesía e instaurar la dictadura del proletariado, un gobierno popular de los trabajadores y campesinos. Este mismo mes se llevó a cabo una gran movilización en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, como ensayo de una más amplia a realizarse el día 16 de enero de 1974.

En Culiacán, de inmediato empezamos los preparativos para cumplir con esta consigna de carácter nacional. Esta Jornada fue conocida como El Asalto al Cielo. En la reunión del Comité Militar de la LC23S, tres días antes de esta acción, definimos la Jornada, en ella se había informado que el número de guerrilleros que participarían podría llegar a 94, pero en el recuento final se contó solo con la participación de 64 elementos, la mayoría con un equipo armamentístico muy deficiente.

La orden del día fue empezar las movilizaciones a las 6 de la mañana del 16 de enero y suspender acciones a las 6 de la tarde, cuando todos tendrían que replegarse y resguardarse en lugares seguros previendo que la represión se daría con gran intensidad. Se inició con acciones de lo más diversas: toma de camiones, mítines relámpagos, repartición de volantes, en el centro de la ciudad, en colonias, arriba de los autobuses urbanos, en las escuelas, principalmente las pertenecientes a la Universidad Autónoma de Sinaloa, en plazas públicas. Lo mismo se empezó a hacer en todo el valle de Culiacán, llegando hasta la costa y extendiéndose hasta Guamúchil y Guasave, ubicadas a 100 y 140 kilómetros de Culiacán respectivamente. Cada coordinador asumiría la responsabilidad de tomar las decisiones pertinentes de acuerdo a las circunstancias particulares. Los activistas armados con pistolas de diferentes marcas y calibres, abastecidos con muy pocas municiones, suplían esta debilidad con entusiasmo y convicción inquebrantable de estar haciendo la Revolución.

Para medio día en el valle ya estaba la movilización en toda su intensidad. Se habían organizado y puesto en marcha tres columnas formadas por obreros y trabajadores de los múltiples campos agrícolas, cada una formada por aproximadamente 10 mil personas. Esta jornada amenazaba convertirse en una verdadera insurrección campesina.

Las autoridades oficiales y sus fuerzas armadas fueron tomadas por sorpresa, totalmente desprevenidas. Desde el mediodía, cientos de paracaidistas fueron lanzados desde aeronaves Hércules DC3 cubriendo el cielo del Valle de Culiacán. Daba la impresión que esto era Vietnam. Una vez en tierra, los soldados organizaron sus contingentes. Sin embargo, para cuando el Ejército Federal estuvo listo para iniciar su ofensiva ya eran cerca de la 6 de la tarde, la hora marcada para el repliegue, de tal manera que el Ejército no pudo encontrar a nadie, solo campesinos moviéndose de regreso a sus centros de trabajo.

Por otra parte, esta Primer Jornada coincidió con una huelga de trabajadores de la construcción quienes acudieron al llamado de la Liga, movilizándose, agitando y repartiendo volantes llamando a la insurrección. Por la tarde de ese día, los albañiles tomaron el acuerdo de marchar al Valle de Culiacán, para lo cual necesitarían armas. No faltó quien les informara que en la caseta de vigilancia de la Secretaría de Recursos Hidráulicos se tenían en resguardo varios rifles mosquetones calibre 7 mm. Estas instalaciones estaban ubicadas a un costado de la caseta de peaje del puente del Río Culiacán en la carretera Internacional. Hacia allá se dirigieron, realizaron el decomiso de armas y de paso se llevaron el dinero recaudado en la caseta de peaje, pero dado que las instrucciones originales eran replegarse a las 6 de la tarde se les terminó el tiempo, por lo tanto, tomaron el acuerdo de regresar a sus campamentos sin ir al Valle.

Al siguiente día, todavía los aviones DC-3 estuvieron realizaron repetidos vuelos rasantes buscando a los guerrilleros que aún se encontraban en el Valle. Los activistas replegándose en ocasiones tenían que cruzar terrenos abiertos libres de cultivos donde no podían ocultarse. Hubo quienes se camuflaron tirándose al suelo de espaldas y cubriéndose con manojos de zacate que arrancaban imitando a las codornices y faisanes.

 El recuento final aproximado fue de treinta mil personas movilizadas en tres grandes columnas, desplazándose por gran parte del Valle de Culiacán, la zona de Navolato, Altata, el Salado y otras comunidades. El objetivo no era entablar combate contra el ejército federal o las policías, al contrario, había que eludirlo para poder llevar a cabo la Jornada de Agitación y Propaganda. Acerca del número de bajas hay discrepancias, el gobierno dijo que fueron ocho guerrilleros abatidos y de las fuerzas armadas ningún caído o herido. Según los guerrilleros, el parte de ese día, fue un caído nuestro por arma de fuego y ningún herido ni detenido.

Una consecuencia de esta Jornada fue que, en el Valle de Culiacán y comunidades circunvecinas y en el mismo centro urbano se empezaron a realizar retenes por parte de las fuerzas armadas del gobierno: policías y ejército federal. Era un verdadero estado de sitio que duró varios días. También aumentó la represión, las detenciones arbitrarias, el hostigamiento y la persecución.

El día 15 subí a la sierra para encontrarme con el grupo guerrillero de la Liga que estaba operando en la región de Urique, Chihuahua. La noche del 16, desde lo más alto de la montaña con el grupo reunido escuchamos las noticias transmitidas por la radio de lo acontecido en esta Jornada. Por la altura en que nos encontrábamos se lograba captar en cualquier radiecito de transistores la señal de varias estaciones de radio, tales como la W de México, la EXT de Monterrey, una de ciudad Acuña y otra de ciudad Juárez. También se aprovechaba para escuchar la radionovela de Chucho el Roto.

No fue esta la única acción para cumplir con esta Primer Jornada Nacional, hubo otras también muy importantes en el noroeste, pero esa es otra historia relatada en mi Testimonio que se editará muy pronto.

Esta Jornada, que nos quede claro: fue acuerdo nacional: no nació en Culiacán; ahí se llevó a cabo la planeación y la organización de esta Jornada en la región, lo cual se discutió en el recién formado Comité Militar local. El responsable por el Buró Militar era Salvador Corral y estuvo presente y también quien escribe como responsable de las cuestiones militares en Sinaloa y Sonora y enlace con la guerrilla en la sierra (en los informes de la región, aparezco junto con el compañero Estanislao Hernández, también conocido como Manuel o Gerardo, como AA). No estuve presente el 16 debido a que el 15 tenía una cita con el comando de Urique, integrante del Comité político Militar Arturo Gámiz de la LC23S.

Nunca se pensó que esta Jornada sería el inicio del final de este gobierno, o que esta rebelión iba a triunfar este día: fue apenas un ensayo, una acción donde se probaron nuestras fuerzas y capacidades del movimiento revolucionario y su poder de convocatoria hacia las masas trabajadoras.

* Texto tomado del Testimonio escrito de Juan Aguado 
Franco Los Ríos Subterráneos o la 
Guerrilla sin Nombre, de próxima aparición.

 

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