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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 02 de septiembre de 2021.

Dos hechos marcan ya el fin de la administración de Adela Román Ocampo en el municipio de Acapulco: el término de la licencia que solicitó al Congreso para separarse del Tribunal Superior de Justicia cuando buscó la candidatura; y el inicio formal del proceso de entrega-recepción con su sucesora, Abelina López Rodríguez.

Adela Román tuvo dos características al ganar la alcaldía: era la primera mujer en hacerlo, lo que la convirtió en la primera presidenta municipal constitucional; y fue el primer gobierno en el proyecto de nación conocido como la 4T, la Cuarta Transformación.

Esos dos hechos generaron, como no podría ser de otra manera, una amplia expectativa en torno a su mandato. En Acapulco se utilizó la frase con que el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió su mensaje por el tercer informe de gobierno: “La transformación está en marcha”.

Durante los tres años de su gobierno, Adela Román fue objeto de todo tipo de ataques, algunos con claro componente misógino. Si se revisa con cuidado en las redes sociales quiénes son los que permanentemente se quejan contra ella -con temas que van desde la escasez de agua hasta la desaparición de los seis pescadores en la bahía- puede observarse que esencialmente son los mismos, y los hay en tres rubros: periodistas que no alcanzaron o que perdieron su convenio de publicidad con el gobierno municipal; morenistas que no fueron incluidos en el gabinete (un caso notable es de Joel Castillo, en la zona poniente, que ya se sentía director de Gobernación, y al no serlo, se convirtió en detractor hasta la fecha) o que entraron al gobierno pero luego fueron retirados; y los priistas, muchos priistas de base, líderes seccionales y “opinólogos” del tricolor.

No es que no haya habido inconformes auténticos, pero estos tres rubros de personas fueron constantes y muy activos en las redes sociales durante los tres años.

Aparte estuvo el fuego amigo: con sus excepciones, los regidores de Morena tomaron clara postura en su contra. Uno de ellos, de los más rubicundos, fue Xavier Morlett, a quien la alcaldesa señaló de que sus protestas eran por no haber conseguido obras para su constructora; otro, el síndico Javier Solorio, reclamaba su morenismo original (pues se afilió en el nacimiento de Morena) contra lo externo de la alcaldesa. Lo curioso es que tanto Solorio como el regidor Alaín Rodríguez, terminaron en la campaña abandonando Morena para apoyar ¡al candidato del PRI!

Adela Román también tuvo en contra al grupo de diputados que comandaba Pablo Amílcar Sandoval: Moisés Reyes, Mariana García Guillén, Zeferino Gómez, quienes un día sí y otro también confabulaban en su contra. Y para colmo, también a las diputadas federales Rosario Merlín y Abelina López; la primera, que hubiera podido ser candidata en 2018 y no lo fue, y la segunda, por su afiliación al zeferinismo.

Con todo en contra, Adela Román navegó. Hizo alianzas en la Federación, y tuvo el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien invirtió mil millones de pesos en el programa de desarrollo aplicado en las zonas marginales de Renacimiento, Zapata y sus alrededores a través de Sedatu, consiguió el apoyo de alrededor de 300 millones para el Parque Papagayo aunque este es de administración estatal, y ya dejó una gestión por alrededor de 900 millones de pesos para Capama que se empezarán a aplicar en diciembre, en la administración de Abelina López.

Cuando el gobierno del estado gestionó la remodelación del Paseo del Pescador, Adela Román consiguió la de playa Manzanillo. En la reducción de los índices de violencia que presume el gobernador Astudillo, el municipio fue parte importante con acciones como el combate a los expendios de gas a menudeo, fuente de financiación de la delincuencia; con hasta tres grandes operativos solo en 2019 en el Mercado Central y con la coordinación total de la Policía Municipal con la Marina. Fue el primer y el único municipio en instalar y mantener operando los dos sistemas para combatir a la violencia contra las mujeres, y destinó programas específicos para las dos alertas de violencia de género que enfrenta, como atención psicológica, albergues, instalaciones dignas para las víctimas, capacitación, entre otros.

Pudo pagar la deuda con la Afianzadora Libertad, que tuvo durante tres administraciones a los trabajadores en buró de crédito; pagó los adeudos con el Infonavit y los trabajadores pudieron volver a pedir créditos; pagó al SAT más de 200 millones heredados de la administración anterior.

En la prueba de fuego de las elecciones, Adela Román aprobó la materia. Morena, pese a los gritos de sus detractores, mantuvo el gobierno de Acapulco; en la pandemia, la alcaldesa abrió comedores públicos y gratuitos, que lograron contener el estallido social que pudo provocar la falta total de empleo que hubo en 2020; mandó a casa los trabajadores municipales en condición de riesgo, y ejerció mano dura para garantizar el cumplimiento de los protocolos sanitarios.

El último tramo ha sido el más difícil, porque la recaudación, afectada desde el año pasado, no ha podido incrementarse, y con ello se ha dificultado concluir los proyectos y los programas.

Pero, aun así, en el vendaval que le tocó vivir a su administración, Adela Román debe asumir que la transformación que le tocó iniciar, está en marcha. No concluye, obviamente; y la deberá retomar Abelina López, pero los primeros pasos ya están dados.

 

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