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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 12 de octubre de 2020.

El gobernador Héctor Astudillo Flores entrega este martes su quinto informe de labores al frente del gobierno de Guerrero.

Aunque no es el último, en realidad este es el informe de la despedida, pues el sexto y final se presentará ya en el contexto mismo de la entrega del gobierno a quien vaya a sucederlo en el encargo, amén de que el año que queda suele utilizarse para cuadrar las cuentas, para hacer lo que falta y, en fin, para terminar bien o lo mejor que se pueda.

Astudillo Flores llega a esta etapa que es el principio del fin de su gobierno, en un estado que podría decirse saludable. No es que no haya yerros o que no haya cosas pendientes, pero al menos dos de los principales rubros que tenían en jaque a la sociedad cuando comenzó su administración, sensiblemente han mejorado. Se trata de la gobernanza y de la seguridad.

El año que le tocó gobernar a su antecesor, Rogelio Ortega Martínez, no pasaba un día sin que hubiera una manifestación, una toma de las casetas en la autopista del Sol, una agresión a un edificio público o partidista, una marcha, un bloqueo. Parecía imposible que eso se terminara, pero cinco años después las cosas han cambiado. Sin duda sigue habiendo protestas y movilizaciones, pero no de tal manera que amenacen el funcionamiento normal del gobierno.

Y en materia de seguridad, también siguen ocurriendo hechos delictivos, pero es obligado reconocer que la situación es muy distinta a 2015, pues los índices sobre todo de homicidios dolosos han disminuido de manera notable.

Astudillo Flores asumió el poder después de haber sufrido en 2005 una derrota histórica, la primera derrota que tenía el PRI en el estado. Su candidatura, en ese sentido, 10 años después, generaba pocas expectativas, pues el PRD, con dos gobiernos estatales consecutivos, seguía siendo el favorito a pesar de las crisis que provocaron el asesinato de dos normalistas en la autopista del Sol, el asesinato de 13 luchadores sociales en un solo año, 2013, los meteoros Íngrid y Manuel y, sobre todo, la desaparición de 43 normalistas en 2014.

Iba a la mitad de su gobierno cuando otro desastre le vino encima: su partido, el PRI, perdía la presidencia de la República. Astudillo estaba bien acomodado con el candidato José Antonio Meade, quien había visitado como funcionario varias veces Guerrero y le tenía afecto al gobernador, pero la llegada de Andrés Manuel López Obrador torció el panorama, con el agravante, además, de que Guerrero era uno de los estados más lopezobradoristas del país.

Hubo quienes vaticinaron la salida antes de tiempo del gobernador, porque, inclusive, el presidente nombró un súper delegado en la figura de Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, quien empezó a ser visto en público y privado como el “vicegobernador” que controlaría todos los programas sociales y todos los recursos que antes llegaban al gobierno estatal.

Pero a esa tempestad sobrevivió Astudillo con un simple gesto de dignidad. Tras un abucheo que recibió de las huestes del superdelegado en una visita presidencial a Guerrero, el gobernador encaró al presidente y le dijo (palabras más, palabras menos) si quiere, yo me voy, pero así no debemos seguir. El incidente fue filmado y se viralizó, y el presidente le respondió dándole todo su apoyo institucional y dejando en claro que él, y nadie más, es quien gobierna el estado.

Entonces comenzó la luna de miel con el gobierno federal, de modo que Guerrero fue uno de los primeros estados en firmar el convenio con el Insabi, y Astudillo se ha mantenido a clara distancia de los mandatarios que se han confrontado con López Obrador.

Esa actitud llevó al mandatario estatal a convertirse en uno de los priistas más cercanos a la 4T, aunque esa coordinación resbala a veces con el gobierno morenista de Acapulco, ya que, si bien Astudillo cuida las formas y es hasta elegante en su trato con la alcaldesa Adela Román, desde su equipo cercano se lanzan los ataques sin rubor contra el gobierno municipal. Un ejemplo: cuando López Obrador visitó Renacimiento en 2019, el director de Cicaeg, Javier Taja, encabezaba los abucheos contra Adela Román. Hay otros ejemplos, pero que ese baste.

Astudillo llega a su quinto informe sin casos destacados de represión a luchadores sociales, pero con una actitud omisa en el asesinato de cuatro periodistas: Francisco Pacheco Beltrán, Pamela Montenegro, Víctor F. Álvarez y Pablo Morrungares, todos ocurridos durante su gobierno, y una larga lista de comunicadores asesinados en años anteriores.

Todo parece indicar que Astudillo Flores va a cerrar su último año sin sobresaltos. Quizá se esté preparando para entregar el gobierno a un partido distinto al suyo, pues todas las encuestas, sin excepción de ninguna, señalan que, si las elecciones fueran en este momento, ganaría Morena.

Un reto para su gobierno, que ha sido en general para todos, es el de la pandemia por covid 19, que sin duda alteró programas, presupuestos y generó cambios de planes.

Habrá que esperar a conocer en detalle qué es lo que Astudillo Flores está presentando en el informe que entrega este martes al Congreso, pero al final, parece que su gobierno ya está haciendo cuestas, y estas le son, al menos, benévolas.

 

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