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VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN    /

 

cenizas_libroAcapulco, 31 de octubre de 2016. La última década, las circunstancias por las que atraviesa el país en su guerra contra el crimen organizado, ha propiciado que decenas de periodistas alentados por ese cúmulo de información que no se puede redactar o, mejor dicho, que no se debe redactar desde la pirámide invertida a que te obliga la nota informativa; o cuando mucho a los 10 mil caracteres que te exige el espacio periodístico,  se han animado a publicar, con base en sus investigaciones y experiencias, un libro.

Anabel Hernández, Rafael Rodríguez Castañeda, Julio Scherer, Diego Osorno, Wilbert Torre, Juan Pablo Meneses, Sandra Rodríguez Nieto, Francisco Cruz Jiménez, José Manuel Valenzuela, Rafael Barajas (El Fisgón), Víctor Ronquillo, Ricardo Ravelo, Rafael Rodríguez Castañeda y Juan Carlos Reina, entre otros, son periodistas que desde el periodismo narrativo dan cuenta del sufrimiento, la corrupción, la impunidad y la injusticia que campea en México debido al  narcotráfico y sus conexiones sociopolíticas.

A esas publicaciones se suma Entre las cenizas, una compilación de vivencias e indagaciones  escritas por periodistas que le apuestan a una nueva visión de lo que debe hacerse en la cobertura periodística de la violencia en nuestro país.

El libro, conformado por una serie de 10 reportajes escritos por el mismo número de periodistas, hombres y mujeres, demuestra que en medio del caos y  el desasosiego, hay una luz en el camino, pues nos hace ver que desde la entraña misma del dolor generado por la guerra que inició el expresidente Felipe Calderón en contra del narco, hay quienes con su actuar, dan un ejemplo de vida, un ejemplo de fe y sobre todo, un ejemplo de amor capaz de derrotar al miedo.

Escrito en un estilo literario pero ciento por ciento periodístico, Entre las Cenizas, aborda con sensibilidad, vocación de servicio, empatía y preocupación el desastre en el que la guerra contra el crimen organizado, dejó convertido al país: un montón de cruces y de heridas que no se sabe cuándo podrán ser subsanadas, ni si se podrá algún día.

Desde la técnica periodística que implica la investigación, la confrontación y el  análisis de la información, las cifras y datos duros, la presencia en los lugares de los hechos, la recolección de testimonios, y la protección de las víctimas mediante el anonimato, Elia Baltazar,  Lydiette Carrión,  Thelma Gómez Durán, John Gibler, Luis Guillermo Hernández, Vanessa Job,  Alberto Nájar, Daniela Pastrana, Daniela Rea Gómez y  Marcela Turati nos sumergen en una historia que no parece tener fin y nos acercan a los que, desde el anonimato, construyen fortalezas contra la impotencia: las eufemísticamente llamadas víctimas colaterales.

El pueblo que espantó al miedo, Historia de vida en tiempos de muerte, La vida en la ruta de la muerte, Las voces de la guerra, Tras las pistas de los desaparecidos, Tinta contra el silencio, La resistencia cibernética, El barrio bajo acecho, La ciudad de las personas sanadoras de almasLa justicia de todos y No nos arrancarán sus nombres, nos llevan de la mano a ese punto de vista que, desde el periodismo de la esperanza, corrobora la hipótesis del libro: Sí se  puede  “escribir sobre la violencia sin abonar a la parálisis, a la desesperanza de la gente”. Sí se puede rescatar historias de vida ocultas entre la muerte; y de entre todas ellas,  contar las que dan aliento.

Todos los autores, periodistas galardonados nacional o internacionalmente, nos enseñan cómo sí se puede hacer “un periodismo que provoque la indignación e invite a la acción. Que encuentre y cuente las historias de personas que, manejando su miedo, esbozan una respuesta a la pregunta que nos persigue: ¿qué podemos hacer?”

Y ellos lo hacen. Logran sensibilizarnos, consiguen conmover y empujan al movimiento.

Valientemente, y desde el lugar de los hechos, hacen gala de valores como la responsabilidad, la búsqueda de la verdad, la no autocensura, el amor al oficio,  y la preocupación por un país que se desmorona a pedazos ante los ojos impávidos de profesionales de la comunicación que cómodamente sentados detrás del micrófono, de una computadora o de las cámaras de la televisión, se dan a la tarea de “informar” sólo una cara de la moneda, y muchas veces se prestan a criminalizar a las víctimas.

La calidad narrativa con la que nos cuentan las historias, hace posible la empatía por el dolor ajeno. Y su estrategia de investigación lo mismo recurre a las entrevistas de los familiares de las víctimas que de los victimarios, pues como dice Daniela Pastrana en Las voces de la guerra, “Monterrey se vuelve un lugar de paradojas, aquí no hay ni buenos ni malos, todos se matan y todos lloran…”

Los retos que enfrentaron para investigar, Marcela Turati y Daniela Rea los mencionan en la “nota de las editoras”, al principio del libro:

“El proceso de reporteo no fue sencillo. Nos enfrentamos a nuestros propios idealismos y condicionamientos, a la práctica arraigada de mirar la realidad en blancos y negros, buenos y malos, a la simpleza de buscar héroes solitarios en lugar de colectivos organizados, a nuestra impaciencia por no ver resultados  ‘más noticiosos’”.

La estrategia investigativa incluye también  el análisis de documentos y la confrontación de datos. Los puntos de vista son originales: Para empezar, dan voz a los anónimos héroes y heroínas que a pesar de sus pérdidas (hijos, hijas, esposos, padres y/o madres), reconstruyen sus vidas y las de otros.

Luego, lo mismo abordan el tema de la injusticia en Guerrero y sus policías comunitarias, que las redes sociales, y es entonces cuando Vanessa Job, descubre a los embalsamadores cibernéticos; Marcela Turati, al método psicosocial con el que la iglesia contribuye a paliar el dolor inmenso de miles de familias; y, en Monterrey, Lydiette Carrión se acerca a las clikas, a los exintegrantes de las pandillas callejeras que terminaron siendo de las primeras víctimas del narco.

En fin, es un libro para leerse y reflexionarse; para solazarse con su objetivo cumplido: “Construir un periodismo de la esperanza, de exploración de lo posible, de construcción de paz; que provoque la indignación y que mueva a la acción. Que encuentre y cuente las historias de personas que, manejando su miedo, esbozan una respuesta a la pregunta que nos persigue: ¿qué podemos hacer?”

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