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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 18 de agosto de 2020.

De pronto, parece que en la clase política se está convirtiendo en un escenario natural la posibilidad de que en la elección de 2021 se dé una alianza entre los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), en el contexto de un bloque opositor a Morena y con el antecedente del frente que llevó a la candidatura presidencial al panista Ricardo Anaya en 2018.

Sin embargo, convendría mirar con lupa esta posibilidad, sobre todo tratándose de Guerrero, un estado que tiene una larga tradición de izquierda, y en el que ha habido tantos episodios de lucha histórica, donde caminaron y lucharon José María Morelos, Juan Álvarez (por más que ahora este prócer sea comparado con el gobernador Héctor Astudillo), Hermenegildo Galeana, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, entre muchos otros.

Es verdad que el PRD nació como resultado del fraude electoral de 1988 y fue una amalgama entre luchadores de izquierda con ex priistas y con partidos satélites del PRI como el PFCRN, PARM y PPS. Pero también es verdad que la lucha que este partido representó, fue una continuación de una lucha social de alta raigambre en la conciencia colectiva.

En Guerrero, como se ha dicho, actuaron varios personajes que dieron un sello a la historia no solo local, sino del país. Pero también ocurrieron muchos agravios que los guerrerenses no pueden olvidar de una manera tan simple.

Aquí ocurrió, por ejemplo, la matanza de los copreros, en el cruce de la avenida Ejido y la Calle 6, frente a la terminal de autobuses que van a la Costa Grande, cuando el gobernador priista Raymundo Abarca Alarcón mandó a conocidos pistoleros como El Zanatón y El Animal, entre otros, a sofocar una protesta, con saldo de 38 muertos.

Aquí ocurrió la peor represión en el gobierno de Luis Echeverría, contra los movimientos guerrilleros de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, con más de 600 personas desaparecidas y un número incuantificable de muertos; en Chilpancingo, en 1960, en el gobierno del priista Raúl Caballero Aburto, ocurrió la matanza de profesores y estudiantes que luchaban por la autonomía universitaria. La matanza de Aguas Blancas en 1995, en Coyuca de Benítez, durante el gobierno del priista Ernesto Zedillo; y la matanza del Charco, en Ayutla, ocurrida en el mismo gobierno.

En 1990, durante lo que eufemísticamente el entonces gobernador priista José Francisco Ruiz Massieu llamó “el trimestre de los desencuentros”, cuando el PRD protestaba por el fraude electoral, ocurrieron las represiones contra las marchas de Acapulco y Zihuatanejo, los desalojos violentos de ocho alcaldías, y una represión contra el PRD durante ese período, que dejó 200 víctimas, entre asesinados y desaparecidos, según un recuento que publicó en esos tiempos la Secretaría de Derechos Humanos del CEN perredista.

En los años en que el PRD luchó por conseguir espacios -fue hasta diciembre de 1999 cuando ganó la alcaldía de Acapulco, y hasta 2005 cuando conquistó la gubernatura y en 2010 el Congreso local-, este partido, al que Ruiz Massieu calificó como el “de la violencia y de la sangre”, vio partir a muchos de sus militantes y dirigentes asesinados por gobiernos priistas. No solo gobiernos, no simplemente quien ejercía el poder, sino quien lo ejercía en el nombre del PRI. Ahí está el caso de Guillermo Sánchez Nava, golpeado por una turba priista en víspera de la jornada electoral, que lo dejó en estado vegetativo.

El PRD sufrió fraudes electorales, persecución, encarcelamiento de varios de sus líderes y asesinatos y desaparición de militantes, todo ello por parte del PRI-Gobierno, una dualidad que ahora casi no dice nada, pero que en aquellos tiempos era el eje del poder en México.

No es que se trate de remover viejas heridas, ni de vivir tampoco en el pasado. Pero quienes promueven ahora la alianza PRI-PRD, harían bien en tomar en cuenta estos antecedentes, porque es posible que los dirigentes formales deseen que ocurra (la designación de Alberto Catalán en el PRD y de Sofío Ramírez en el PRI, parecen confirmarlo), pero otra cosa podría ser lo que piensen las bases.

A diferencia de otros estados, donde el PRD se convirtió en un fantasma a punto de la extinción, en Guerrero es un partido que goza de cabal salud. Por eso mismo, sus dirigentes tendrían que valorar la historia de su relación con el tricolor.

Cuando el PRD nació, su objetivo era derrocar al PRI; es una contradicción histórica que ahora el mismo partido esté aliado con su principal adversario. Es, el antipriismo, parte de su identidad como instituto político.

El riesgo de esta alianza, ahora, en pleno 2021, cuando por primera vez hay un gobierno que se reputa de izquierda, al que se han unido muchos de los perredistas originales, es que el PRD termine por desdibujarse en uno de los últimos bastiones que le quedan.

Es acaso el último escenario que podrían haber imaginado sus fundadores. Es quizá el último acto para quedar fundidos en el PRI-Gobierno (pero sin el gobierno) que combatieron. Quizá los líderes de ahora encuentren en ello una ventaja, pero tal vez las bases tengan una opinión diferente.

 

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2 Comentarios

  1. No entiendo porqué en ese recuento macabro te olvidas de que la matanza del Charco ocurrió siendo gobernador Ángel Aguirre Rivero y ni siquiera mencionas la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, también durante el otro gobierno de Aguirre. Te ves sesgado, diría yo. A los otros gobernadores los mencionas por su ser priista, pues deberías mencionar a Aguirre por su ser perredista con ADN priista. Eso los acerca, al PRI y al PRD

  2. Tienes razón en parte. Asumo que Carlos Fuentes no es tu nombre, pero te comento. El análisis es sobre la relación de los perredistas con los gobiernos del PRI, por eso justamente se les menciona por ser priistas. La matanza de El Charco está mencionada en la lista de agravios, puedes leerlo. Y sí, valga la precisión de que además del priista Ernesto Zedillo en la presidencia, en la gubernatura estaba como priista Ángel Aguirre, si bien esta matanza en particular fue cometida por el Ejército, por eso la mención es hacia Zedillo y no hacia Aguirre. Pero en efecto, era un gobierno del PRI en el estado.

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