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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

El director de Noticias de Radiorama Enlace Costa Grande, Abisdahi Romero Rodríguez, fue perseguido la noche del 2 de enero pasado, por individuos armados que intentaron levantarlo.

Encabezaba un noticiario de radio que solía abrir el micrófono a la población, la cual hacía todo tipo de denuncias, principalmente sobre la violencia en las costas de Guerrero y Michoacán, donde tenía su audiencia. Eso le causó problemas en dos ocasiones antes, con sendos atentados que en esos momentos atribuyó a intentos de asalto.

Al ocurrir el tercero, tuvo la certeza de que en realidad iban por él.

Abisdahi Romero es miembro del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP), en la sección 32 de la Costa Grande, que encabeza Alberto Solís Loeza. Tras escapar al intento de levantón, Romero se refugió en Zihuatanejo, desde donde pidió ayuda al SNRP, y Alberto Solís a su vez turnó el caso al dirigente de la sección 25 de Acapulco, Julio Vázquez Hernández, por tratarse de la sección con mayor membresía y con mayor capacidad de organización.

Julio Vázquez estaba por iniciar una reunión con miembros de su comité a las 9 de la mañana del 3 de enero, cuando recibió la noticia. En ese momento, él y otros de sus compañeros, entre ellos el suscrito, empezaron a hacer una serie de llamadas a distintas autoridades para avisarles de los hechos y, sobre todo, tratar de asegurar que el comunicador pudiera salir resguardado del área, pues su vida estaba en peligro. Los contactos se hicieron con el vocero del Grupo de Coordinación Guerrero, Roberto Álvarez Heredia, quien a su vez se movilizó con otras instancias; con la Gendarmería, con la PGR, y se buscó al presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Ramón Navarrete Magdaleno, a quien no se le pudo localizar a pesar de que Vázquez dejó insistentes y desesperados recados en su oficina y en la oficina de Prensa de la Comisión. Pero como no se trataba de detenerse por la ausencia de Navarrete, se acudió a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y pasado el mediodía de ese 3 de enero, Abisdahi Romero estaba saliendo rumbo a una zona segura, con resguardo policiaco.

Alrededor de las 13 horas, Vázquez y su comité se dirigieron a un restaurante a continuar su reunión y ahí se encontraron con la coordinadora de la Coddehum en Acapulco, Fany Lara Figueroa. Vázquez Hernández le contó la historia de la búsqueda de Ramón Navarrete y le preguntó si su jefe no andaría de vacaciones en Miami, porque no se le pudo localizar, y le dijo que en otro caso de igual gravedad, le tomaría las oficinas.

A las 7 de la noche, según relató Vázquez Hernández en una queja que presentó ante la CNDH, le llamó Navarrete y con voz golpeada le pidió que le dijera ahora a él lo que le había dicho a la coordinadora: “chingas a tu madre –dice que le dijo-; tú a mí no me tomas nada, tú eres un pendejo”.

Ahí se acabó la comunicación. Al día siguiente, 4 de enero, dos días después del atentado a Abisdahi, alrededor de las 13 horas, el dirigente del SNRP encabezó una protesta en la sede de la Coddehum en Acapulco, la cual estaba cerrada.  Como a esa hora, personal de la Comisión se comunicó con este reportero, que había dado cobertura al caso, para conseguir el teléfono de Abisdahi Romero y entrar en contacto directo con él. Por la noche, la Coddehum emitió un comunicado informando que Navarrete se había comunicado (¡por fin!) con él y que constató que se encontraba en proceso de ingresar al Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Segob, pero aclaró que su medio tiene su sede en Michoacán (en Lázaro Cárdenas, colindante con Guerrero), pero admitió que su trabajo abarcaba los municipios de La Unión, Zihuatanejo y Petatlán.

Hasta ahí lo anecdótico. De este caso es necesario destacar algunos puntos: Ramón Navarrete cometió dos acciones que deben ser repudiadas con toda certeza. La primera, aunque no la más importante, es la agresión verbal a Julio Vázquez, quien, le guste o no, representa a un colectivo de comunicadores; y la segunda, la realmente grave, omitir la ayuda a un reportero cuya vida estaba en peligro. Cierto es que su ausencia se suplió con creces, pero el deber de la Comisión era dar el acompañamiento, inclusive si no fuera de su competencia, y solo dejarlo ir cuando ya lo hubiera entregado a un órgano competente. Cuando Navarrete se comunicó con él, 24 horas después, Abisdahi Romero ya estaba lejos; también hubiera podido estar muerto.

Hasta el momento, Navarrete no ha fijado una postura pública (a los “pendejos” como llamó a Vázquez Hernández, se les ignora), y en cambio ha recurrido a tácticas ruines que no corresponden a un ombudsman, como acudir al desprestigio para justificarse, y filtrar versiones de que el conflicto con Julio Vázquez fue que le llamó para pedirle dinero para su Navidad (que, por cierto, ya había pasado, pues los hechos ocurrieron el 3 de enero). Si hubiera una extorsión, suponiéndolo, sin conceder, Navarrete debería denunciarla, y no dejar en desprotección a un periodista en peligro de muerte, por un berrinche.

Si el presidente de la Coddehum asume estas actitudes, ¿a quién deberemos acudir los periodistas agredidos?

 

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