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VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN  /

Acapulco, 19 de julio de 2020

Mucho se especula sobre la responsabilidad o más bien culpa de la política pública que lleva a cabo el gobierno federal para abatir el número de contagios de Covid-19 provocada por el virus Sars Cov2. Hay incluso, quienes enfocan sus baterías en contra del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, pese al esfuerzo demostrado día con día.
Olvidan estos críticos o detractores que la pandemia es una crisis de Estado y que como tal debe resolverse; es decir, con la participación de todos. No obstante, un grupo de gobernadores de inmediato pintó su raya y se deslindó de las recomendaciones emanadas de los análisis de científicos del Conacyt y de matemáticos universitarios que, lo mismo que en otros países, se decantaron por la estrategia de la mitigación más que por la de contención, habida explicación de que esta última se llevó a cabo al inicio del problema mediante el sistema Centinela adoptado ya por varios otros países.
Total, que a toro pasado, en estas últimas fechas, sobran los científicos y médicos que presumen con la boca llena lo que se debió haber hecho “desde un principio”. La pregunta es, ¿por qué no están ellos al frente del problema, por lo menos en el ámbito de su influencia?, claro, si es que la tienen, y demuestran con hechos lo que presumen.
La tarea no es minúscula ni barata, dirán todos; pero entonces, ¿es el gobierno federal el único responsable de que el semáforo no llegue por fin al verde?
Como crisis de Estado, el Covid-19 concita obligatoriamente a la participación de todos los órdenes de gobierno, no solo el federal, para que por medio de políticas públicas acordes con la intensidad del problema lleven a cabo acciones que coadyuven a que la infección se mitigue.
Después del confinamiento, además de las medidas sanitarias como el uso del cubrebocas y la observancia de la sana distancia, el lavado de manos, el estornudo de etiqueta; el cuidado de los adultos mayores y de quienes sufren de comorbilidades, el gobierno federal instituyó el uso precautorio de un semáforo para determinar la gravedad del asunto en cada una de las entidades federativas e incluso, de los municipios, a fin de que se dispusiera con mayor seguridad la reactivación de la vida económica.
Pues bien, esa reactivación multiplicó los casos. ¿Se debe a que tanto el doctor López – Gatell como el presidente de la República, no usan cubrebocas? ¿así de simple es la explicación del fenómeno? ¿es que ellos tienen la culpa y nosotros no?
El gobierno de la CDMX lleva a cabo, con éxito hasta el momento, una política pública diferente a la instaurada por el gobierno federal; el gobierno de Jalisco, también, aunque este último con magros resultados; pero tienen sus propuestas.
Y eso es lo que está haciendo falta en estos momentos, propuestas que salgan de cada uno de los estados y de cada uno de los municipios.
El gobierno federal incluyó ahora la estrategia epidemiológica comunitaria para que casa por casa se visite a los pobladores de las comunidades más pobres y retiradas y se detecten a tiempo casos de Covid-19 para su adecuada atención.
¿Y qué proponen los demás secretarios de Salud?
Cada quién conoce el terreno que pisa. Cada uno sabe cuáles son las carencias socioeconómicas de los derechohabientes de los servicios públicos que ofrecen.
Guerrero no la tiene nada fácil, debido a la marginación de que siempre ha sido objeto con sus consecuentes niveles de pobreza, analfabetismo y desnutrición. A eso habrá que sumar la naturaleza desparpajada del mexicano, para quien “la vida no vale nada” o “el virus no existe” y entonces, ni se lavan las manos, ni guardan la sana distancia, ni se quedan en su casa pese a padecer diabetes o hipertensión aunque puedan hacerlo, y menos usan el cubre bocas o lo usan mal convirtiéndolo así en un foco de infección, más que en un factor de protección, como lo advirtió dese hace mucho el doctor López-Gatell.
Urge entonces, desde los gobiernos locales, estatales, pero también municipales, una masiva campaña de comunicación educativa que además de enseñar el uso correcto del cubre bocas y la eficiencia de las medidas higiénicas, fomente en las conciencias que la responsabilidad es de todas y de todos. Todos, cada una de nosotras, somos responsables de nuestras propias vidas, primero, de los que amamos y con quienes convivimos, después; y de los que habitan con nosotros este mundo en una última instancia; porque si me cuido yo, los cuido a todos.
Una campaña profusa, como las que hacen cuando quieren ser gobernadores o gobernadoras, sin estar esperando a que el doctor López – Gatell se ponga o se quite el cubrebocas.

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