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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 05 de julio de 2020.

Es inevitable pensarlo: en la elección de gobernador del próximo año, la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) tendrá una participación activa.

Así ha sido siempre: primero, cuando el sistema político se mantenía cerrado y eran las aulas universitarias el lugar desde donde se podía hacer política; y ahora, aunque hay una definición más académica, y una prohibición expresa para hacer política partidaria dentro del campus, lo será de nuevo.

Lo cierto es que la sola aglomeración de alrededor de 40 mil personas adultas mayores de 18 años es por sí misma un atractivo electoral que ningún partido político dejaría escapar. En la elección pasada, los universitarios estuvieron activos, unos con Morena y otros con el PRI, y otros en menor medida que apoyaron a otras expresiones, como el PRD, el PAN y algunos más.

La Universidad en Guerrero ha cambiado mucho en los últimos años. En la década del 2000 llevó a cabo una primera transformación buscando dejar de ser la arena de discusión política para que esta se trasladase al interior de los partidos. Fue una transición intensa encabezada por el ex rector Rosalío Wences Reza, precisamente quien había sido el creador de la llamada Universidad-Pueblo y de la universidad como espacio político de deliberación.

Mucho se habló en esos tiempos de si la Uagro se alejaría de sus tradicionales posiciones de izquierda y se acercaba más a una neutralidad, emparentada en el fondo con el PRI y el gobierno. Curiosamente, después de este período, que abarcó algunos años, la Uagro empezó una transformación silenciosa pero que fue la profundización de la que había empezado Wences Reza, y consistió en un mayor acercamiento a lo académico y una cada vez mayor distancia de lo político, y este período coincidió con la llegada del actual rector Javier Saldaña Almazán.

Podría decirse que la llegada de Saldaña a la rectoría estuvo precedida por un fenómeno hasta ese momento inédito, aunque se venía perfilando desde un poco antes: la unión de todas o casi todas las expresiones políticas al interior de esa casa de estudios. Antaño peleaban dos fracciones: la izquierda y los priistas, con diferentes siglas, pero encabezadas por visibles personajes. Había habido rectores de izquierda, pero solo dos cercanos al PRI: Gabino Olea y Hugo Vázquez. Pero cuando Javier Saldaña llegó por primera vez a la rectoría, aunque venía del Fredeuag -de izquierda- lo hizo a través de una gran alianza en la que participaron todas las tendencias.

Fue un momento hasta cierto punto extraño, porque así como hubo unidad en las corrientes, hubo una especie de silencio en posibles voces opositoras al liderazgo de Saldaña. Aunque no haya elementos para afirmar que estas tuvieran temor de manifestarse, el primer período de Saldaña coincidió con el punto álgido de la violencia en el estado, lo que de alguna manera mantenía inhibida casi cualquier tipo de manifestación política o social en la entidad.

Pero fue en ese período en el que se concretó la reforma, e incluso la Universidad fue más allá. Hubo avances que no fueron planteados: por ejemplo, algo tan sencillo como las siglas de la casa de estudios. Desde su creación se le conoció como UAG, pero en realidad estas siglas no estaban legalizadas y ya estaban registradas por otra universidad. La rectoría de Saldaña logró la legalización, pero con un cambio: de UAG a Uagro.

En estos años aumentaron las certificaciones de licenciaturas, se abrieron nuevas carreras en áreas que no existían y se construyeron edificios y nuevos planteles. Saldaña Almazán aprovechó su cercanía con el gobierno de Héctor Astudillo para allegar recursos a la Universidad.

La Uagro incrementó su presencia con las universidades del país, la Anuies, el Consorcio de Universidades, con el Conacyt y con universidades del extranjero; abrió un porcentaje de acceso para indígenas, y, por ejemplo, en la emergencia del Covid 19, se convirtió en una de las pocas universidades estatales en contar con la autorización para hacer pruebas de detección oportuna

En contrapartida, fue cerrando sus espacios políticos con miras a reducir su activismo electoral, y expresamente se prohibió hacer todo tipo de campañas al interior del campus.

Pero los partidos no dejaron de mirar a la Uagro. En 2014, cuando Ángel Aguirre Rivero solicitó licencia para separarse del cargo de gobernador, la propuesta del sustituto fue a la Uagro, en la figura de su rector Javier Saldaña, pero este declinó y sugirió en su lugar al secretario general Rogelio Ortega, y así fue como este cerró el último año que le quedaba a Aguirre. La versión que trascendió es que Saldaña no quiso ser gobernador por un año y buscaría serlo por el período completo en la elección de 2015, lo que no se concretó, pero estuvo a punto de serlo, porque su nombre fue muy mencionado en ese período.

En la elección del próximo año la Uagro sigue en la mira. Hay quienes están planteando la posibilidad de ofrecerle a Saldaña ser su candidato. A él se le liga con el PRI -partido al que apoyó en la campaña donde ganó Astudillo- pero todavía nada está dicho, ni en ese ni en otros partidos.

Lo cierto es que la Uagro no puede ser indiferente para nadie que quiera gobernar el estado, a pesar de las restricciones que ya tiene en materia político electoral. Como dirían algunos universitarios: en 2021, nada sin la Uagro.

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