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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO  /

 

Hay dos temas nacionales del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que son claves para entender la forma en que van a resolverse las candidaturas en Guerrero.

Uno de ellos es la definición de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, que como se sabe, recayó en la delegada de Tlalpan, Claudia Sheinbaum; el otro, es la declinación del senador Miguel Barbosa a su aspiración por el gobierno de Puebla.

El caso de la capital del país ha acaparado la atención de los medios porque implica la posible ruptura entre el líder nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, y quien ha sido su brazo derecho por muchos años, o como tal se ha exhibido, Ricardo Monreal Ávila. Lógicamente, se esperan resultados espectaculares de cualquiera que sea el desenlace de esa trama: si Monreal tendrá la capacidad para encabezar a los partidos pequeños, o tal vez al Frente Amplio PRD-PAN, o si apostar por esa vía pueda ser su sepultura política; o si en vez de eso viene el triunfo para él y la crisis en Morena, que pudiera perder, dado el caso, su principal bastión que es la Ciudad de México, y de ahí estar a un centímetro de perder la presidencia de la República. O quizá Monreal decida no irse, y seguir en el proyecto lopezobradorista.

Con todo y ser temas importantes, estos asuntos dejan de lado otros, que interesan a quienes están participando en busca de alguna candidatura.

Primero: el organizar grandes concentraciones que muestren músculo, no es garantía para ganar. Monreal lo hizo, y no ganó. En Guerrero, hay aspirantes que no ocultan su interés por posicionarse de esta manera y pintan escuelas, regalan lentes, concentran militantes en salones y hasta mandan personeros para golpear a otros aspirantes en medios de comunicación. Desde ahora deberán saber que nada de eso les garantizará convertirse en coordinadores de organización y luego en candidatos.

Segundo: en la ciudad de México también quedó demostrado que no todos van a llegar. Es el caso de Martí Batres, quien compitió con amplias posibilidades derivadas de su cercanía con López Obrador, pero también resultó derrotado. Ente Sheinbaum, la académica, y Martí, el activista, a la hora decisiva contó más el primer perfil que el segundo. El daño colateral en Guerrero sería el de Javier Solorio Almazán, que ha hecho una campaña basada en una supuesta cercanía con Batres, que hubiera podido afianzarse si este hubiera obtenido la coordinación para la Ciudad de México, pero que en la misma lógica se vería menguada al disminuir su principal –y tal vez único- apoyo fuera de Acapulco. Ahora Martí, con la experiencia recién vivida, tendrá que concentrarse en lograr al menos la coordinación para la senaduría y dejará poco espacio para aventuras locales de sus amigos en provincia. Pero lo otro, es lo que han informado al menos dos fuentes guerrerenses, cercanas a Batres: que no es cierto que Javier Solorio sea cercano a él. Si bien coincidieron en la UNAM en el tiempo, y tal vez se hayan conocido, realmente Martí –quien estudiaba Derecho- y Solorio –Medicina- no tenían nada en común, ni en esas fechas, ni después. Pero como no son muchos los personajes locales que puedan corroborar el dato, aquí se dejó simplemente correr.

El caso de Miguel Barbosa también tiene sus propias lecturas. El senador dijo lo siguiente al hacer su anuncio: Morena competirá “con perfiles genuinamente y auténticamente ciudadanos, no con políticos profesionales, sino con perfiles ciudadanos”.

La lectura es impecable: un poderoso senador, aspirante de tiempo atrás al gobierno de su estado, que se incluye en la encuesta y va a medirse con otros que obviamente tienen menor presencia que él y a los que va a arrasar, de pronto, de la noche a la mañana, decide no participar. Es difícil decisión, sin embargo, alguien debió haberle explicado con manzanitas lo de los perfiles “genuinamente y auténticamente ciudadanos”.

Entre los aspirantes en Guerrero, y en particular en el caso de Acapulco, hay perfiles ciudadanos, pero con antecedentes políticos. Nombres: Javier Solorio fue precandidato del PAN a la alcaldía de Acapulco, iba a ser el candidato hasta que fue desplazado por Zeferino Torreblanca. Luego se unió al PRD, donde negoció una candidatura que cedió a su hermana Alejandra, y ahora busca la candidatura por Morena.

José Inocente Ariza fue precandidato por el PRD a diputado local, pero al no obtener la candidatura, apoyó al candidato del PRI; Javier Morlett ha estado en el activismo por los derechos humanos, pero colaboró en el gobierno de Ángel Aguirre en la comisión por el diálogo y la paz, y en el de Astudillo en la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Víctor Jorrín no se diga: fue diputado federal y candidato a alcalde por MC, con el único mérito de ser amigo de Luis Walton; y Zeferino Torreblanca ni qué decir. Los que no se conocen con antecedentes partidistas o gubernamentales, serían Gabino Solano, Jaime Arrieta, Hugo Hernández y Marco Antonio Adame.

Personajes que han desempeñado cargos –alcaldías, diputaciones, senadurías, regidurías- podrían encajar en el perfil de políticos profesionales que hizo a Barbosa retirarse de la contienda, para dejar espacio a los “genuinamente y auténticamente ciudadanos”.

Como sea, quizá la baraja, sin que se esté notando mucho, empezará a reducirse.

 

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