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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 06 de noviembre de 2020.

Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros tiene, por los cuatro costados, una dinastía política que no se puede soslayar, empezando por el abuelo Pablo Sandoval Cruz, veterano luchador comunista, protagonista de la lucha por la autonomía universitaria; luego por su padre, Pablo Sandoval Ramírez, también activista universitario, diputado federal y enlace entre el PSUM-PRD con movimientos radicales.

La dinastía fundada por Sandoval Cruz ha sido prolija en actividad política. Hermano de Pablo, y tío de Amílcar, Cuauhtémoc Sandoval Ramírez fue diputado federal y secretario del Migrante en el gobierno de Ángel Aguirre Rivero. Hijos de Pablo Sandoval Ramírez y hermanos de Pablo Amílcar, son Irma Eréndira, actual secretaria de la Función Pública; y Netzaí, jefe de la Defensoría Jurídica del gobierno de López Obrador.

Aunque no es consanguíneo, pero es parte de la familia por afinidad, ahí está el consejero del presidente López Obrador, John Ackerman, casado con Irma Eréndira y cuñado de Pablo Amílcar.

Así que, puestos en esta ruta, se puede decir que el ex delegado federal y ahora aspirante a la candidatura de Morena trae un peso político familiar de gran tamaño.

Él mismo ha ido construyendo su propia historia, al menos en lo que a Guerrero se refiere. En 2015 llegó para convertirse en el candidato a gobernador de Morena. Era el primero en competir con estas siglas, pero no el primero en ser electo, pues para esa contienda había sido elegido el actual diputado federal Rubén Cayetano García, pero una instrucción directa del entonces presidente nacional, es decir, López Obrador, hizo que la candidatura finalmente recayera en Sandoval.

Pasada la elección, Pablo Amílcar dirigió el partido. Tampoco fue fácil, porque los morenistas locales, encabezados por César Núñez Ramos, quien había sido el primer presidente estatal de este partido, lo veían como un extraño en su tierra y lo rechazaron abiertamente. Pablo Amílcar empezó entonces a construir su propio grupo político, que hoy se sostiene con diputados y regidores propuestos por él en la elección de 2018. Con dificultades -pues a punto estuvo de quedar fuera del Congreso local- Sandoval Ballesteros se hizo del control de la legislatura, luego de haber perdido la senaduría frente a Félix Salgado Macedonio.

Tampoco ahí fue fácil, e incluso se generó una fractura, pero al fin su grupo político logró imponerse. En el partido no ha podido, sin embargo, tener el control, porque el secretario general Marcial Rodríguez Saldaña -a quien en vano intentó destituir- ha logrado apoderarse del comité estatal aprovechando que Pablo Amílcar fue nombrado delegado federal y no podía atender las actividades partidistas. La mayor parte de su equipo político -aunque justo es decir que no en su totalidad-, integrado por diputados locales y regidores, ha desatado una batalla sin cuartel contra otros morenistas, como la alcaldesa de Acapulco, Adela Román Ocampo, contra el senador con licencia Félix Salgado Macedonio, e incluso contra ex integrantes de ese grupo como el ex representante de Morena en el IEPC, Sergio Montes, y contra el diputado Antonio Helguera. Ha sido una estrategia curiosa, porque no ha tenido la misma intensidad contra el gobierno de Héctor Astudillo, del cual son oposición.

Así que con estos dos elementos: por una parte una fuerte dinastía política en la izquierda, y por la otra, un grupo combativo contra sus propios compañeros, Pablo Amílcar va a la batalla.

Es el segundo en posicionamiento, según la mayoría de las encuestas. Pero es necesario entender que es difícil ser el primero porque enfrente tiene a Salgado Macedonio, que ha desarrollado una trayectoria política mayor: dos veces candidato a gobernador, dos veces diputado federal, dos veces senador, ex alcalde de Acapulco, hombre muy cercano al presidente López Obrador, y además, personaje con una personalidad muy carismática para la gente.

Por ello se entiende que el presidente del Consejo Estatal, Luis Enrique Ríos Saucedo, representante de Pablo Amílcar, arremeta cada que tiene oportunidad contra Salgado Macedonio en los peores términos posibles (ha dicho, por ejemplo, que el senador con licencia va “por una vulgar ambición del poder” y que el candidato a gobernador no se debe elegir por “vulgar popularidad”, en clara alusión a Salgado Macedonio).

Nadie puede negar que Pablo Amílcar ha crecido a estas alturas, pese a incidentes adversos como la estrategia de llenar todo el estado de anuncios espectaculares con su foto. Tampoco hay que creerse la fábula de que será impuesto por el presidente López Obrador por la cercanía que con él tiene su familia. Al contrario, es casi seguro que cuando quiso renunciar, López Obrador le haya dicho que si quería lo hiciera, y que, si quería ser el candidato, debía ganar la postulación. Igual como fue por la senaduría.

Pero ahí va. Lo cierto es que camina. Algunos piensan que, si no es candidato en esta ocasión, tiene tiempo suficiente para construir una buena candidatura para dentro de seis años, lo cual sería una buena oportunidad para aprender de los errores, y empezar a construir la unidad dentro la 4T en Guerrero, para usarla en favor de su proyecto, en lugar de ponerle piedritas en el camino, porque es el mismo camino por donde él, a querer o no, tiene que andar.

 

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