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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO    /

 

Acapulco, 04 de noviembre de 2020.

El 18 de octubre pasado, el periódico El Economista publicó una encuesta sobre Guerrero. En ella, solo preguntaron a la gente sobre tres nombres como posibles aspirantes, por Morena, a encabezar el gobierno del estado: Félix Salgado Macedonio, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros y Luis Walton Aburto.

La medición adolece de algunas fallas evidentes, como es el hecho de no preguntar por ninguna mujer, y cerrar el universo de participantes a solo tres, uno de ellos, incluso, externo. Sin embargo, permite confirmar algo que han venido diciendo las encuestas, todas, incluida la sospechosa Masive Caller: que quien tiene las preferencias electorales, la mayor intención de voto, sigue siendo el senador con licencia Félix Salgado Macedonio, y que su más cercano competidor, el ex delegado federal, todavía está a considerable distancia en el camino. En esto no hay que engañarse: la razón de su potencial político es que fue dos veces candidato a gobernador, ha sido dos veces diputado federal, y dos veces senador y gobernó el municipio que representa un tercio de la población del estado.

Pero el tema viene a cuento porque desde mayo, cuando Félix Salgado pidió por primera vez licencia al Senado para separarse del cargo, ha habido quienes interesadamente han esparcido la especie de que fue obligado a los pocos días a regresar a su curul como una forma de impedirle competir en Guerrero, pues la decisión ya estaría tomada en favor de Luis Walton o de Pablo Amílcar Sandoval, o porque sería una candidatura con género femenino. Pero cuando dejó por segunda vez su espacio en el Senado -sin que por eso se dedicara a hacer campaña, como la que abiertamente realizan sus competidores-, se dijo que no hace nada porque ya sabe que no va a ser el candidato.

Sin embargo, el análisis frío de la situación daría otras lecturas. Primero habría que preguntarse por qué el aspirante que visiblemente va adelante, incluso sin hacer ningún movimiento, incluso a pesar de las campañas que sus competidores hacen, habría de renunciar a esa posición. La respuesta que algunos han esbozado es: porque se lo pidió el presidente. Pero entonces viene otra pregunta: ¿por qué habría de pedirle el presidente que no participe? Entre Félix Salgado y López Obrador hay no solo una amistad que por lo menos data de 1988, sino una vida de lucha compartida. López Obrador, incluso, fue coordinador de una de las dos campañas de Félix Salgado a la gubernatura. Los malquerientes de Salgado Macedonio ponen en voz del presidente lo que está en la suya: dicen que AMLO no lo quiere porque es irresponsable o cosas parecidas o peores. Pero si así fuera, López Obrador no le expresaría su afecto en cuanta oportunidad existe. Y hay que tomar en cuenta que el Félix que ganó la candidatura al Senado en 2018 es el mismo (no ha cambiado) que el que ahora buscaría la candidatura al gobierno del estado en 2021.

Por donde se le mire, no parece tener lógica la tesis de que Salgado Macedonio, por sí o por indicación externa, esté pensando en retirarse de la contienda.

Hay otra tesis: que si no es candidato por Morena, competirá con otras siglas partidistas. Algunos -Luis Enrique Ríos Saucedo, por ejemplo- sueñan con que este escenario se haga realidad, incluso (o de preferencia), antes de que se defina el candidato o la candidata. Pero eso parece más una finta que una realidad, primero, porque no hay razón para creer que pueda no ser candidato (salvo en el caso de que se defina género mujer para la candidatura). Segundo, porque para competir contra Morena, tendría que abanderar a una coalición obligadamente de izquierda: quizá con el PRD, tal vez el PT, o MC. Pero el PRD anda metido en su alianza con el PRI, el PT dice que irá con candidato propio, igual MC. Entonces no hay opción. Ir solo con el PES, por ejemplo, sería un suicidio político. Así que no, la opción no es luchar por fuera. La única posibilidad de Félix Salgado es ser el candidato de Morena. Él lo sabe: es como el toro encerrado en un corral donde solo hay una pequeña puerta y por ahí tiene que pasar.

En cambio, puede entenderse la falta de campaña de Félix Salgado en este momento, con otras lógicas. Primero, que no son tiempos de campaña. Aunque Pablo Amílcar o Luis Walton anden desatados, eso no significa que sea el tiempo de hacer proselitismo. Al contrario, esas actividades públicas son solo un mensaje de escaso respeto a la ley vigente. Habría que esperar a partir del 10 de noviembre, cuando empieza el tiempo oficial para precampañas por la gubernatura, qué va a hacer el senador con licencia, con qué sorpresa va a salir. Una segunda interpretación es que, sabedor de su posición, esté simplemente esperando a que sus adversarios se desgasten: cuando empiece la precampaña oficial, quienes hoy hacen campaña estarán en su tope, y él apenas empezará su propio despunte.

En resumidas cuentas, pues, es un error para quienes buscan ser candidatos de Morena, dar por muerto al competidor más vivo; y también es un error creer que su batalla la va a dar fuera del partido que es, como él, entre los demás partidos, el puntero.

 

 

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