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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 15 de febrero de 2021.

La definición de la candidatura de Mario Moreno Arcos como candidato de la alianza PRI-PRD, y el registro de Félix Salgado Macedonio ante el IEPC como candidato de Morena, ha dado ya una ruta clara a la definición en torno a la contienda por el gobierno del estado.

Sin embargo, también abre interrogantes en torno a la segunda posición más importante de las que estarán en juego en la elección de este año: la candidatura del puerto de Acapulco.

En este caso abordaremos el tema específicamente de la alianza PRI-PRD. Como se sabe, desde el principio fue del dominio público el dato de que ambas candidaturas estarían amarradas, para generar contrapesos, entre los dos partidos, de modo que si el PRI abanderaba en pos de la gubernatura, el PRD lo haría por Acapulco; y viceversa.

En la medida en que se avanzaba en el proceso interno, sin embargo, varias voces priistas empezaron a manejar la tesis de que no había tal acuerdo, sino que en las dos posiciones se iban a medir los dos partidos, y pudiera darse el caso de que uno solo abanderara a las dos candidaturas.

Ese tema no ha sido lo suficientemente aclarado, y sigue estando en el debate por una cuestión simple: se necesitan los equilibrios. Sin menoscabo de que los priistas Julieta Fernández y Ricardo Taja pueden ser competitivos, los perredistas siguen presionando con el argumento de que, si el PRI acapara las principales posiciones, la base amarilla no se sentirá representada y podría abstenerse de participar.

Para empezar, en el gobierno estatal ya los perredistas se sienten sin representación, sobre todo porque su líder, el ex candidato Evodio Velázquez Aguirre, hasta el momento de escribir estas líneas no ha expresado su apoyo a Moreno Arcos. Algunas versiones sugieren que el ex alcalde porteño se siente traicionado principalmente por su dirigencia nacional por la forma en que se llevó a cabo el proceso interno, pues asume que su candidatura fue negociada sin ningún rubor, pero a él no le dijeron nada.

Sea verídico o no, lo cierto es que Evodio Velázquez no le ha levantado la mano al abanderado priista, que ahora es oficialmente candidato de la alianza.

Si el PRI se lleva Acapulco, los perredistas acapulqueños no tendrían tampoco esa otra representación. La sensación generalizada sería que fue una tomadura de pelo ir a una alianza donde no les darían nada, y donde quizá los dirigentes nacionales habrían hecho acuerdos con beneficio personal, pero nada para su base.

Aquí es donde entra Víctor Aguirre Alcaide, el principal aspirante a la candidatura por la alcaldía. Aguirre Alcaide, un político de altos vuelos, acapulqueño, que ya fue diputado federal y ha sido miembro de la administración estatal y municipal de Acapulco, ha hecho un esfuerzo muy visible para aglutinar a militantes y simpatizantes tanto del PRD como inclusive de Morena, y sumarlos a su proyecto. Su esfuerzo ha sido tal, que sería difícil que una base perredista asuma que pueda ser desplazado por alguien del PRI. Eso avizora un hueco de tales magnitudes que, sumados el tema de la gubernatura y el de Acapulco, podrían poner un lastre a una campaña que tiene como objetivo alcanzar primero al puntero, para ganarle después.

Pero no es solo este el reto que tiene el PRI. También tiene que resolver su proceso interno entre Julieta Fernández y Ricardo Taja. Se trata de dos actores que por sí mismos son competitivos. La primera, representa una oportunidad de que el PRI postule a una mujer por primera vez en su historia; y el segundo, ya fue candidato en la elección pasada con amplias posibilidades que terminaron por estrellarse ante el tsunami de Morena en 2018.

En lo que respecta al PRD, parece que el PRI está contra la pared, obligado a reconocer en Acapulco la candidatura no solo de su aliado en esta elección, sino de quien fuera su adversario histórico que por primera vez camina a su lado. Un traspiés en este punto podría abrir la diáspora aliancista y llevar, al final de cuentas, al PRI a competir con sus propios candidatos y con sus propios militantes, como si no hubiera alianza.

A su interior, los priistas también están acorralados, porque deben darle el trato en su justa medida a sus contendientes internos, que a su vez representan grupos políticos importantes.

La solución está en el tejido fino que pueda llevarse a cabo, para no caminar hacia la ruptura exterior ni a la ruptura interior. Mario Moreno es un personaje que ha ido creciendo a pesar de que entró tarde a la contienda, pero esa parece ser su principal fortaleza, su capacidad de crecimiento. Por eso no puede darse el lujo de que por una falta de visión en el reparto de las candidaturas, el crecimiento se detenga.

Aunque las encuestas dan ventaja a Morena y a su candidato a gobernador, en la medida en que el aliancista cuatricolor (verde, blanco, rojo y amarillo) se le acerca, se van generando nuevos escenarios. Pero el tema no va más allá, si no es con los equilibrios necesarios en una alianza que está tejida con alfileres.

 

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