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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 22 de septiembre de 2020.

Se acercan los tiempos electorales y los políticos de casi todas las tendencias electorales han recurrido a una estrategia a la vez desmesurada y a la vez impúdica para hacerse notar: una propaganda ostentosa que, en el contexto de una pandemia que tiene postradas a las familias guerrerenses, no puede verse menos que ofensiva.

El Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC), fiel a su costumbre, no ha asomado la cabeza en este tema ya no se diga para sancionar (pues se supone que debe haber denuncia previa de por medio), sino ni siquiera para llamar al orden a los políticos adelantados.

En el fondo, lo que están haciendo muchos de los aspirantes a distintos cargos de elección popular que estarán en juego el próximo año, podría encuadrarse en un delito electoral, al hacer campaña anticipada.

Es tal la desesperación, que algunos no han dudado en utilizar la pandemia como una estrategia para promoverse y con ello, en realidad, desvirtuar cualquier posible buena acción que estén realizando. Es el caso, por ejemplo, del diputado local de Morena, Zeferino Gómez Valdovinos, que en el momento más difícil de la emergencia sanitaria, instaló comedores comunitarios en varios puntos del puerto de Acapulco, el cual pretende gobernar si tiene la oportunidad de postularse por Morena para el próximo año. Lo malo no es que haya instalado los comedores; lo es, en cambio, el uso propagandístico de los mismos. Valdovinos instaló, a la par que los comedores, anuncios espectaculares en varios puntos de la ciudad, con su fotografía de manera destacada. Apenas termina esa etapa, y el diputado lanza una propaganda también en Internet con videos de entrevistas.

Otros actores también hacen lo suyo, como el priista Carlos Granda, quien durante la pandemia instaló anuncios espectaculares con el pretexto de anunciar la venta de huevo barato y con ello apoyar la economía familiar tan golpeada por la inmovilidad económica. Sin embargo, su caso es igual al de Gómez Valdovinos: podría anunciarse el hecho (la instalación de comedores en uno; la venta de huevo barato en otro) pero no tenía que poner su cara como centro de la imagen. Algo similar sucede con el perredista Evodio Velázquez Aguirre, que promueve sus caravanas EVOluciona, con las que reparte ayuda alimentaria para afectados por la pandemia. Malo no es que lleve la ayuda; lo cuestionable es difundir la propia imagen junto con esa ayuda.

Impudicia, en cambio, es la del empresario gasolinero Luis Walton Aburto, promotor en 2018 de la campaña del panista Ricardo Anaya y soldado contra la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2018. Desde hace unos meses, el ex alcalde porteño ha hecho recorridos por el estado ofreciendo soluciones a problemas locales y prometiendo que se harán realidad cuando sea gobernador, lo que en términos técnicos es una campaña política. Pero también ha hecho una campaña en redes a través de videos, principalmente, para tratar de imponer en los ciudadanos la idea de que es muy amigo, amigo cercano, de López Obrador.

La alcaldesa Adela Román Ocampo ha sido criticada por la difusión de su informe a través de anuncios panorámicos y gallardetes por la ciudad. Aunque la ley le permite este tipo de publicidad -los informes son los únicos que no son legalmente considerados campaña política-, la crítica puede entenderse también en el contexto de la pandemia.

El priista Javier Taja no coloca grandes espectaculares, pero usa en su favor la obra pública del gobierno del estado para promoverse. Hay otros casos, como el de Vicente Ávila, que pasa de no existir en ningún escenario público, a la parte trasera de las camionetas del transporte público, de taxis y a anuncios espectaculares; o Gandhi Cabañas, quien a través de grandes espectaculares lanza lo que podría interpretarse como un mensaje, pero no hay mensaje alguno, solo su rostro, sin explicación de quién es o por qué está ahí, de dónde viene, qué quiere o, en su caso, qué ofrece. Solo el color de su camisa hace intuir que podría tratarse de un personaje de Morena, pero nada queda dicho, solo su sonrisa que sigue sin decir nada.

El empresario Joaquín Badillo también mantiene su propaganda con falta de ortografía “Acapulco lo va (sic) lograr” en taxis y vehículos particulares.

Esos son solo algunos ejemplos, pero hay más. Mientras se despliega toda esta parafernalia que acompaña a un proceso electoral ya iniciado oficialmente, pero que todavía no está en la fase de las precampañas y mucho menos de las campañas, en el que las “aspiraciones” no son pre candidaturas aún, pero que actúan como si lo fueran, las autoridades electorales guardan un silencio que sería extraño, si no se tratara del mismo silencio de cada elección.

Finalmente, habría que señalar que, si no hay condiciones para encuadrar una conducta ilegal en estos personajes, sí lo hay para definir una actuación poco moral, o al menos insensible. En el momento en los ciudadanos lloran a sus muertos, y se truenan los dedos para ver cómo sobrevivir en medio de la pandemia, y en una crisis económica sin precedente, la actuación de los políticos promoviendo su imagen no es justamente el mejor de los mensajes.

Aún están a tiempo, sin embargo, de replantear su estrategia.

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