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VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN  /

Acapulco, 30 de abril de 2019

 

Si hay un  tema desgarrador, en cuanto a las víctimas de la violencia cruel que nos azota,  es el de las niñas y los niños.

Recientemente, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) dio a conocer cifras espeluznantes: en el primer trimestre de 2019 se contabilizaron 285 asesinatos de niñas, niños y adolescentes;  es decir, un promedio de  3.2 casos cada día.

En 2015, la Red por los Derechos de la Infancia en México señaló que hasta 2014, en  México, el 30 por ciento de las 23 mil  271 personas consideradas como desaparecidas o no localizadas, son casos de niñas, niños y adolescentes.

Ya para 2017, de acuerdo con la misma Red, de 2006 a 2017 sumaron 11.000 los niños, niñas y adolescentes asesinados y 6.800 las y los desaparecidos en el contexto de la lucha contra el crimen organizado en el país.

Y, en 2018, los resultados de la Consulta Infantil y Juvenil 2018 del INE arrojaron que  “entre 2015 y 2018, uno de cada diez feminicidios afectaron a niñas y adolescentes. En 2018 ocurrieron en promedio siete asesinatos al mes contra niñas y adolescentes por razones de género”.

A últimas  fechas, la Redim aclara más aún el negro panorama: En el primer trimestre de 2018, en el anterior sexenio, se registraron 294 víctimas infantiles a causa de la violencia armada que llevan a cabo los grupos criminales, en tanto que, en ese mismo lapso, pero de 2019, en la administración actual, se contabilizaron 285 asesinatos, es decir, 3.2 casos cada día.

El estudio revisa también la tendencia en los últimos cuatro años. Así, de 2015 a los primeros tres meses de 2019 se registraron 4 mil 299 víctimas de homicidio doloso de menores de 18 años. La entidad que acumula mayor número de víctimas entre 2015 y lo que va de 2019 es Chihuahua con 507 casos, le sigue Estado de México, Guerrero y finalmente Guanajuato.

“Es una tendencia que no ha cambiado, hemos tenido pequeños periodos en donde ha ido bajando, pero en general vuelve a tener repuntes. Hablando específicamente de diciembre (2019) donde cambia la administración a la fecha tenemos una tendencia que se mantiene por ahora”, explicó Juan Martín Pérez García, director general de la Red por los Derechos de la Infancia en México.

Por si eso fuera poco, denunció que de cada 100 carpetas de investigación donde menores son víctimas, solo hay una sentencia condenatoria.

Pero hay también otro sector, el de los huérfanos por la violencia que en nuestro país, también suma miles. Sólo en Tamaulipas, el año pasado, el  gobierno local concibió un programa, “Nuestros niños, nuestro futuro” que atendió a más de 6 mil niñas y niños en esa condición.

Estas cifras de vergüenza, son con las que el estado mexicano celebrará a las y los infantes este 30 de abril, “Día de la niña y el niño”, en momentos en que la nueva administración federal echa a andar su estrategia contra  la violencia y que incluye, no sólo a la Guardia Nacional para atender la seguridad ciudadana, sino también el combate a las causas estructurales de  ese cruel fenómeno social, como la pobreza.

En medio de un accionar de balas, asesinatos, desapariciones, de cobros de piso, extorsiones, y secuestros, la administración municipal pasada, implementó en Acapulco algunos programas con el supuesto  propósito de privilegiar la prevención en materia de seguridad, tales programas  incluyeron el rescate de espacios públicos en colonias depauperadas tanto visual, como económicamente,  o  intervenciones culturales en esas zonas deprimidas y asoladas por las multiplicadas bandas delictivas.

¿Cuál fue el resultado? A saber, la violencia, al término del trienio  de Evodio Velázquez Aguirre no cedió un ápice, aunque hace falta un estudio evaluador de la estrategia en esas unidades habitacionales en las que se llevó a cabo, ¿realmente sirvió de algo pintar las fachadas y paredes y remozar algunos de sus espacios verdes?

A la fecha, se desconoce la estrategia integral de seguridad, de  la actual administración que preside la alcaldesa Adela Román Ocampo, salvo lo de la intervención de la Guardia Nacional para salvaguardar la seguridad ciudadana, que, reconozco, ha rendido frutos pues ha disminuido sensiblemente el número de asesinatos en Acapulco.

Pero es urgente saber qué está haciendo el DIF municipal con la situación de violencia en que viven las niñas y los niños de este puerto. No se sabe si esta dependencia, además de la entrega de juguetes,  realiza otras acciones para prevenir el delito en contra de las niñas y los niños de este municipio.

La violencia física conlleva también la violencia psicológica. El miedo como factor cotidiano de convivencia atrofia el desarrollo mental sano, y los niños de Acapulco, de Guerrero y de México entero merecen un programa acorde con sus necesidades. Es la infancia donde se forjan los ciudadanos del futuro.

A la atención de los daños generados por  la violencia física en contra de las niñas y los niños, debe sumarse su atención psicológica. Los niños que en esa tarde fatídica de la balacera en la Garita, en enero de 2006 contaban con seis  años y estudiaban primero de primaria, hoy son jóvenes de 19 años que vivieron su infancia con características dictadas por la violencia: sus juegos, sus conversaciones, sus lecturas, sus películas, las pláticas familiares, todo giró a los largo de su desarrollo infantil y adolescencia en torno a la violencia.

Su lenguaje sumó nuevos vocablos: sicario, embolsado, secuestro, levantón, fosas clandestinas, desaparecido. Y los que vivieron en carne propia los significados de esas palabras, no sólo albergaron en sus mentes y corazones, miedo, sino también ira.

En 2010 la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados calculó la existencia de 25 mil niños reclutados por el hampa en México. Y fue ese mismo año cuando un muchachito de 14 años,  “El Ponchis”,  confesó pertenecer a un cártel desde los once años de edad y tener en su haber cuatro asesinatos, como ejemplo del futuro que nos alcanza.

Ojalá que en este día en que se festeja a las niñas y a los niños, las autoridades traigan entre manos un buen regalo para ellos, y no sólo poses fotográficas sosteniendo un niñito con un juguete en brazos.

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