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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO    /

 

Acapulco, 14 de julio de 2021.

En 2005, Guerrero vivió por primera vez la llegada de un gobierno distinto al PRI, propuesto por la alianza PRD-PT-Convergencia (después MC) y de facto en el PAN, en la figura de Zeferino Torreblanca Galindo.

No fue, sin embargo, el cambio de un espectro político a otro. Fue, en todo caso, un gobierno transicional que debería pasar después a un gobierno de izquierda, pero que se quedó solo en la fase de sacar al PRI de Casa Guerrero, pero sin un cambio radical en la conducción del estado.

Es cierto que Zeferino Torreblanca incidió en la obra pública, hubo muchas carreteras, sobre todo, pero no hubo cambios en asuntos sensibles para la izquierda, como los derechos humanos, por ejemplo. El gobierno zeferinista reprimió con fuerza a movimientos como el opositor a la presa La Parota, o a los normalistas de Ayotzinapa, a quienes mandó a golpear en las casetas de La Venta y Palo Blanco, fue omiso en la protección a defensores de derechos humanos y ahí estuvieron los asesinatos los líderes indígenas de Raúl Lucas Lucía y Manuel Ponce Rosas en Ayutla, la desaparición de los defensores de los bosques Eva Alarcón y Marcial Bautista, por poner solo dos ejemplos, además de que el gobernador fue muy incisivo contra la prensa, y en su período fueron asesinados 10 periodistas, la cifra más alta de asesinatos a comunicadores en toda la historia del estado. También hubo crímenes políticos. El del coordinador del Congreso, Armando Chavarría, fue el más sonado, pero no el único, pues fueron asesinados el diputado local panista Jorge Bajos, el ex alcalde de Ayutla, Homero Lorenzo, el ex alcalde de Petatlán Francisco Rodríguez Aceves, el líder perredista de Petatlán Álvaro Rosas, el síndico y el alcalde de Zapotitlán Tablas, Abundio Pérez y José Santiago, entre otros.

Zeferino Torreblanca hizo en el gobierno muchas cosas que se le cuestionaban al PRI, como impulsar elecciones de Estado, imponer con recursos oficiales su corriente Izquierda Renovadora en el PRD, entre otras. Su transición, en ese sentido, se quedó apenas en el camino, limitada a sacar al PRI del poder, pero solo para cambiar de nombre; un poco, el estilo, pero no el fondo.

Luego vino Ángel Aguirre, que debía concretar la transición. Pero lo que hizo fue una transición al revés: abrir el camino para el regreso del PRI. Él era priista hasta que su partido eligió como candidato a Manuel Añorve, y entonces se fue al PRD. El PRD, a su vez, no se esmeró en una transición real, sino solo en ganar la elección, y el priista era competitivo y eso bastó para cobijarlo. De todas maneras, no había mucho a dónde hacerse, porque Aguirre desplazó a Armando Ríos Piter, quien inició en el PRI, se fue al PAN y terminó en el PRD, y su propia historia personal ha demostrado que no habría hecho una transición en caso de haber sido el candidato.

Una muestra de que la transición de Aguirre iba en sentido inverso es que terminó, seis años después, promoviendo la alianza PRI-PRD, que era no solo una vuelta a su origen priista, sino que implicaba llevar al terreno tricolor, también, al partido que lo había combatido. Así, Aguirre fue una bisagra entre ambos polos para que pasaran, del enfrentamiento, a la comunión.

A Evelyn Salgado le tocará una segunda transición. Lo será, primero, porque al igual que a Zeferino Torreblanca, le toca sacar al PRI del gobierno; pero, sobre todo, porque a diferencia del primero, ella no viene de un empresariado propanista, ni como Ángel Aguirre, del PRI, sino que toda su vida la ha vivido en la izquierda, primero en el PRD original y ahora en Morena.

Será la primera vez en que arribe al poder alguien proveniente de la izquierda, y lo lógico es que vaya a gobernar con cuadros de la izquierda, que entiendan qué es la Cuarta Transformación y reconozcan el valor de la lucha social. Algo de eso adelantó el senador Félix Salgado en el festejo por el aniversario de Morena, cuando dijo que serán principalmente militantes de este partido quienes integrarán el gobierno de su hija.

Además, el gobierno de Evelyn Salgado también hará otro tipo de transición: un cambio de género. Será la primera mujer en gobernar el estado y la mitad de su gabinete estará compuesto por mujeres en los cargos claves, según ella misma ha anunciado. Por fuerza, será un gobierno con perspectiva de género, y ello sin duda va a impactar en los programas sociales y en su aplicación. Y en lo político, también ha dicho que impulsará el empoderamiento de las mujeres, para que ella sea la primera gobernadora, pero no la única. Eso implica todo un cambio de paradigma.

Por si no bastara, le tocará una tercera transición, la del cambio generacional. Ella misma no llega a los 40 años de edad; por lo que será la persona más joven en gobernar el estado en toda su historia, y estará acompañada por un Congreso también con muchas personas jóvenes. Hay en la próxima legislatura, quienes no llegan ni a los 30 años de edad.

¿Cuáles serán los resultados de una transición múltiple como la que se está a punto de vivir en Guerrero? Eso es algo que se verá con el tiempo, pero sin duda en este momento la expectativa está muy arriba y eso tiene la ventaja de que es un acicate para avanzar, pero la desventaja de que los errores serán magnificados.

Lo que viene, seguramente, será el momento político más interesante que se vivirá en Guerrero.

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