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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 23 de junio de 2020.

Aunque no pertenece a Morena, el empresario Luis Walton Aburto se mueve desde hace unos meses, pero particularmente desde hace unas dos semanas, con una lógica que parece inquebrantable: la de que él será el ungido para encabezar la candidatura al gobierno de Guerrero por Morena en 2021.

Eso ha llevado a intensificar la difusión de videos promocionados en las principales redes sociales, donde lo mismo aparece como el altruista dador de becas que como el promotor de un festejo responsable por el Día del Padre en el que el único alcohol que se necesita, es el del gel antibacterial.

De manera simultánea, no necesariamente concertada, sino tal vez solo originada en la presencia inusual del político acapulqueño en plena cuarentena, varios periodistas han lanzado comentarios que lo ubican casi como el inevitable candidato de Morena. Exponen sus argumentos: dicen que es serio, que es altruista, que es trabajador, y en su opinión los otros aspirantes no reúnen, ninguno, los méritos suficientes para ser considerados candidatos.

Incluso hay quienes han llegado a señalar que, de manera inusitada, Walton ya emparejó en las encuestas a quien es hasta ahora el puntero en las mismas, el senador con licencia Félix Salgado Macedonio. Y es de manera inusitada, porque las encuestas más serias lo ubican desde el principio en los últimos lugares, lo que, desde luego, tampoco implica que no pueda modificar su posición.

Otro argumento que usan los waltonistas es que la decisión de quien ocupe la candidatura en Guerrero la va a tomar el presidente Andrés Manuel López Obrador en persona, y él es muy amigo del ex dirigente nacional de Movimiento Ciudadano. Inclusive, señalan que el también ex senador desayuna o cena un día sí y otro también con el coordinador de la bancada en el Senado, Ricardo Monreal, con el secretario de la Defensa y con no pocos miembros de primer nivel del gabinete de López Obrador, y que es bien querido por todos ellos.

En lo local, estiman que tiene posibilidades de contar con el apoyo del gobernador Héctor Astudillo Flores (el primer priista después de 10 años de gobiernos perredistas), toda vez que en 2015 su alianza en contra de la coalición encabezada por el PRD, con la que rompió al no tener la candidatura, terminó por favorecer al actual mandatario.

Por todo ello, los waltonistas asumen que es su momento, y que la posibilidad de alzarse con la candidatura de Morena (y casi por descontado, con la próxima gubernatura) está al alcance de su mano.

Pero la realidad es terca, y hay otras lecturas que, tal vez, deberían hacer. O recordar.

Luis Walton ha sido, y hay que reconocerlo, un empresario exitoso, aunque este éxito empresarial siempre haya tenido alguna sombra de duda por quejas de los trabajadores gasolineros a su cargo, y por el origen de su fortuna, presuntamente ligado al ex presidente Miguel Alemán. También ha sido un político tesonero: cuando quiso ser candidato del PRI a la alcaldía, en 2002, hizo todo lo que pudo por conseguirlo, pero cuando la balanza se inclinó por el actual secretario de Turismo, Ernesto Rodríguez Escalona, rompió con el tricolor y se hizo postular por Convergencia, un partido fundado por Dante Delgado que hasta ese momento no tenía mayor resonancia nacional, y en Guerrero y Acapulco, menos. La llegada de Walton cambió el futuro de ese instituto político, a tal grado que con los años llegó a decirse, en tono sarcástico, que él era el dueño de Convergencia (después cambiaría a Movimiento Ciudadano, cuando el acapulqueño era su presidente nacional).

Esa fue una ruptura que le salió bien. Convergencia no era de izquierda, ni siquiera se le veía como contestatario, pero sí fue un partido que supo aprovechar la oposición al PRI para posicionarse, y más tarde hacer alianzas con el PRD. Con este sello partidista, Walton fue tres veces candidato, y las tres perdió: una frente al PRD con Alberto López Rosas, otra frente al PRD con Félix Salgado Macedonio, y una frente al PRI, con Manuel Añorve Baños. Ganó hasta la cuarta, cuando su pariente el entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero, le torció la mano al PRD para obligarlo a postularlo, en alianza con MC y PT.

El fin de su gobierno en el municipio coincidía con la renovación del gobierno estatal, y por ello pidió licencia y buscó ser candidato de la alianza PRD-PT-MC, pero esta vez ya no estaba Aguirre en la gubernatura y el PRD definió a Beatriz Mojica Morga como su candidata. En lugar de aceptar esta postulación, Walton apostó por la ruptura y se fue solo como abanderado de MC, convencido de que era él quien tenía todas las posibilidades de ganar. Pero no fue así: quedó en un lejano tercer lugar, aunque como consecuencia de la ruptura, el PRD perdió la gubernatura. Se habló de una alianza entre Walton y Astudillo para no dejar llegar a Betty Mojica, y esa versión pareció corroborarse cuando al asumir el nuevo gobernador, dio cargos a destacados waltonistas en el primer círculo de su gobierno.

Con Convergencia, Walton apoyó a López Obrador en sus campañas presidenciales de 2006 y de 2012, pero en 2018 su partido decidió quedarse junto al PRD de Los Chuchos, que había roto con el tabasqueño. Eso lo llevó a levantarle la mano al panista Ricardo Anaya cuando se creó la coalición PAN-PRD-MC, Por México al Frente. Así, Walton hizo campaña -una campaña rabiosa, como fue la de este frente- contra López Obrador. En una entrevista, años después, el ex alcalde dijo que apoyó a Anaya “por disciplina”.

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Tras el triunfo de Morena en la elección presidencial, y en las cercanías de la renovación del gobierno en Guerrero, Walton renunció a MC, se apareció en la Ciudad de México y se hizo retratar con el presidente de la República. “Es su amigo”, dijeron los cercanos. De ahí vino todo lo demás: una campaña discreta pero constante, reuniones con grupos, versiones de que sería apoyado por el dedo presidencial, y ahora, una intensa difusión en redes sociales.

Claro que hay dos versiones de esta supuesta cercanía con el Presidente. Unos dicen que son amigos; otros dicen que López Obrador es solo político, y no olvida la definición waltonista de 2018. En Guerrero, tampoco se olvida que la ruptura de la coalición fue el factor que permitió, por un mínimo margen, que el PRI recuperara el gobierno estatal.

Esto es importante decirlo porque ahora que quiere ser candidato por Morena, Walton debe pensar que habrá de convencer a los morenistas primero, y a los electores después, de que su propuesta es seria y no coyuntural; que si gana, haría un gobierno alineado con la Cuarta Transformación a la que ahora quiere adherirse, pero sobre todo, deberá demostrar que, si no logra la candidatura, seguirá en la fila donde se ha formado y no repetirá el berrinche de 2015, ni hará nunca más alianzas vergonzantes con el PRI.

También deberá trabajar en el escenario de que la candidatura de Morena no vaya a salir como una designación personal de López Obrador sino de un trabajo del Consejo Estatal y, para ello, deberá alcanzar de veras y derrotar luego en la aceptación pública, a los aspirantes que le llevan mucha ventaja.

No es tarea fácil, sin duda. Pero Walton, ya se dijo, es tesonero.

(Aunque sus adversarios dirán que también es rupturista, y hace berrinches).

 

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