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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 31 de agosto de 2020.

El nombramiento de Jesús Zambrano Grijalva como dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) es una muestra de que las cúpulas de este instituto político no han entendido qué realidad vive el país.

El PRD nació como una consecuencia de la ruptura de la clase política que gobernaba México en 1988, pero aglutinó a un amplio espectro político y social de México, en el que estaban incluidos desde ex guerrilleros hasta priistas rupturistas, pasando por el sindicalismo independiente, por organizaciones sociales vinculadas con la izquierda, intelectuales y obreros, artistas y pequeños empresarios, mujeres, jóvenes, estudiantes, amas de casa y un largo etcétera.

Fue la institución a la que le correspondió la alta responsabilidad de conducir la rabia y la inconformidad de la sociedad contra un régimen corrupto, entreguista a los intereses extranjeros, expoliador y represor. Era un partido destinado a triunfar algún día y pasar a la historia con honores.

Pero en un momento, sus dirigentes extraviaron el camino. Y sus dirigentes tuvieron nombres y apellidos. Se llamaban Jesús Zambrano Grijalba y Jesús Ortega Martínez, Los Chuchos, quienes comandaron a un grupo integrado por políticos perredistas de todos los niveles, incluso niveles pequeñitos, dispuestos a luchar por el poder y a olvidar los orígenes del partido con tal de asegurarse algún cargo por diminuto que fuera.

El resultado terminó por ser devastador: en la elección de 2018, el PRD estuvo a punto de perder el registro, abandonado por la sociedad que antes era su fuerte. Los Chuchos habían concentrado todo el poder, y se quedaron con él, pero perdieron la base. En el declive, solos, tuvieron que dejar los niveles directivos del partido. Los Chuchos -corriente en la que se incluyen figuras como Carlos Navarrete, Miguel Barbosa, Silvano Aureoles, entre otros- pasaron de la imposición de candidaturas hasta la firma del Pacto Por México y llegarán, según parece, a formalizar la alianza con el PRI.

El regreso de Jesús Zambrano a la dirigencia nacional, en ese contexto, es, a secas, un retroceso. Si el PRD tenía escasas posibilidades de congraciarse otra vez el respaldo social, ahora tiene la oportunidad de perderlo del todo. Los Chuchos ya no administrarán una franquicia triunfadora, administrarán los escombros.

En Guerrero, varias voces perredistas se han levantado para protestar por el nombramiento de Zambrano. Una de ellas, es la del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero en una columna publicada este lunes en un diario. En ella condena el nombramiento de Zambrano y responsabiliza a los Chuchos de la salida de personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Alejandro Encinas y el propio Andrés Manuel López Obrador, pero también llama la atención sobre la confrontación entre Zambrano y el presidente, que podría agudizarse.

La postura pública de Aguirre Rivero, redactada apenas unas horas después del nombramiento de Zambrano (fue designado el sábado por la noche; Aguirre debió entregar el domingo su texto, para publicarse el lunes), denota el nivel de ruptura que se avecina en Guerrero en el PRD, sobre todo tomando en cuenta la fuerza que en los últimos tiempos ha adquirido el ex gobernador dentro de este partido.

Lo primero que puede abonarse es que no habrá, al menos en Guerrero, la alianza PRI-PRD como la impulsaba Aguirre, o por lo menos, el ex gobernador no va a jugar en ella un papel preponderante. “Tomaremos nuestras propias decisiones para construir una alianza con otros partidos o contender solos si así nos lo exige nuestra dignidad política”, escribió Aguirre.

Pero… ¿solos, quiénes? ¿Solos, PRD-Guerrero, en rebeldía contra el CEN? ¿Solos, IPG con sus corrientes aliadas, todos por cuenta propia, sin las siglas del PRD?

¿Podría Aguirre encabezar una alianza de buena parte del PRD, si no con el PRI, con Morena? No hay que perder de vista que el ex gobernador, aunque ha estado distante, ha mantenido siempre una relación cordial con el canciller Marcelo Ebrard. Aunque no tomó mayor distancia del PRD, ni tampoco se acercó a Morena en 2018, dejó en claro su respaldo a la candidatura presidencial de López Obrador.

Así que no es del todo inviable descartar cualquier posible acercamiento entre el perredismo aguirrista y el partido del presidente.

La pregunta que subyace entonces, para el perredismo de Guerrero, tras el nombramiento de Zambrano, es si seguirían acompañando a los sepultureros del PRD o, al final de cuentas, van a mirar hacia otros lados. ¿Quizá hacia Morena? Si Beatriz Mojica y Luis Walton, que apoyaron al panista Ricardo Anaya e hicieron campaña estridente contra López Obrador hace tres años, hoy se apuntan para competir por Morena, ¿por qué no podrían hacerlo otros cuadros medios y militantes de base?

¿Será Ángel Aguirre el llamado a gestionar un tránsito masivo de los últimos perredistas hacia Morena, o quizá a la constitución de un partido estatal?

El tiempo en que Aguirre Rivero tardó en escribir su crítica a Zambrano fue muy corto, y quizá lo sea también para esta conjetura. Pero es evidente que algo se está cuajando, que la presidencia de Zambrano no pasará desapercibida en el PRD de Guerrero, y que tal vez no sea necesario esperar mucho tiempo para ver en qué termina esta historia.

 

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