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MIGUEL ÁNGEL ARRIETA MARTÍNEZ   /

 

Acapulco, 25 de noviembre de 2019

Antes de caer en la trampa de otorgarle una interpretación unidireccional al mensaje enviado por el presidente López Obrador desde La Montaña de Guerrero, lo que debe analizarse es el contexto que motivó el enojo de Andrés Manuel, ante un escenario en el que la clase política que llegó con él de la mano al poder, reproduce cada día con mayor intensidad los vicios de lo que prometió erradicar.

La irritación del presidente no contiene un sentido personalizado: se deriva simplemente del hecho de que todo un aparato de gobierno en Guerrero -senadores, alcaldes, diputados federales, legisladores locales y funcionarios federales-, vinculados al proyecto de la Cuarta Transformación planteado desde la plataforma de Morena, no han aportado una sola dosis de evolución a más de un año de haber entrado en funciones.

Para quienes promueven la idea de que el discurso llevaba destinatario, la realidad de lo que no han realizado en catorce meses los hace portadores a todos del saco descrito por López Obrador.

La referencia presidencial no guarda confusiones sí se observa que el objetivo central del gobierno que encabeza AMLO, fundamenta su eje ideológico en la llamada Cuarta Transformación, que en la práctica no es otra cosa que la liquidación del monopolio sistémico de poder que intentó a toda costa impedir la llegada de Andrés Manuel a la presidencia nacional, y los políticos morenistas de Guerrero no han hecho otra cosa más que repetir las conductas de priistas-perredistas-panistas y rémoras que los acompañaban.

Es decir, en lugar de apoyar la liquidación del institucionalismo corrupto y oficioso, los aliados de AMLO en Guerrero se han dedicado a oxigenar la carcomida estructura de poder público que los mexicanos decidieron eliminar en julio del 2018.

En este contexto, el presidente ya dejó acuse de recibo de estar informado al menos de tres escenarios descompuestos por las huestes morenistas en esta entidad:

1.- Los errores en la distribución del fertilizante cometidos por funcionarios desde Ciudad de México y en los que los Servidores de la Nación a cargo de César Núñez Ramos, excluyeron del padrón de productores agrícolas a cientos de campesinos acreditados para obtener el abono.

Aunque la parte dominante del discurso es para muchos la llamada de atención a esos que andan en politiquerías, en realidad las alusiones a las fallas en el tema del fertilizante entrañan también una advertencia de enfado dirigida a cientos de políticos y funcionarios del gobierno federal en Guerrero que metieron la mano para descomponer la mecánica de reparto del agroquímico.

2.- La desmedida ambición de poder del delegado Pablo Amílcar Sandoval, en sus pretensiones de querer controlar el Congreso, el partido y los programas asistenciales sin otro propósito que el de posicionarse favorablemente hacia la candidatura de Morena a gobernador.

Amílcar Sandoval fue designado para reorganizar la funcionalidad de espacios federales en Guerrero, y tomar los acuerdos que condujeran la transición en una ruta limpia de conflictos y enredos burocráticos, pero ha hecho lo contrario: puso a operar una red de Servidores de la Nación como auxiliares del comité estatal de Morena y se resiste a soltar sus beneficios económicos en el Congreso del Estado.

En las últimas dos semanas, un grupo de diez diputados lo señaló de interferir en la operatividad de la Cámara local, señalamientos que el delegado federal rechazó, pero hay evidencias suficientes para determinar que Amílcar miente.

En la dirección de Comunicación Social del Congreso, Sandoval Ballesteros designó a Vianey Valderabano, incondicional del funcionario, y quien exige a los medios que tienen publicidad asignada del Congreso, apoyar las aspiraciones políticas del delegado federal aun cuando Pablo Amílcar ya no es integrante del legislativo.

3.- Sí alguien está enterado del ambiente de campo de batalla que prevalece por la disputa de cargos de poder y candidaturas en Guerrero, es López Obrador.

De ahí su convicción de que los morenistas aquí se mantienen enfrascados en proyectos individualizados, al estilo del diputado Moisés Reyes Sandoval, que contrató decenas de anuncios publicitarios en camiones, espectaculares, medios impresos y promoción electrónica, y solo aplican los ejes de la Cuarta Transformación en el discurso, nunca en la práctica.

La perspectiva presidencial no está errada: no es posible que en poco más de un año de gobierno, los ayuntamientos administrados por alcaldes de Morena sean incubadora de nepotismo, desvíos presupuestales y corrupción en sus áreas de servicios. Tampoco se encuentra explicación para entender por qué en un estado donde mantienen mayoría legislativa federal y local, no se haya establecido un modelo de vinculación entre niveles de gobierno que abra paso a la ideología política de la Cuarta Transformación.

Al final de cuentas, aunque el proyecto ideológico y político de gobierno lo define el presidente de la república, quienes materializan regionalmente los alcances de un proyecto nacional son los legisladores y funcionarios ligados al ejecutivo federal, pero en Guerrero, el primer año de gobierno de los morenistas ha pasado como si nada cambiara.

En política, el mejor pago a quien te otorga acceso al poder es la lealtad, por ahí deben comenzar.

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