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MARISOL WENCES MINA /

El miércoles por la noche, a una semana del paso de Otis es 1 de noviembre.
Son las 7:25 y en el balcón chimuelo del departamento, desde los audífonos del único dispositivo que tiene batería se escucha “Hoy el aire huele a ti”, de Luis Miguel. Qué irónica es hasta la lista random de música, porque Acapulco huele muy mal. La calle Niños Héroes es, como la mayoría de la ciudad, un basurero y es una de las principales vialidades del puerto que siempre estuvo abierta desde que nos cayó la tragedia encima.

Cada esquina es un tiradero a cielo abierto.

La gente se está acostumbrando al olor putretacto en el aire y al polvo, memoria del huracán Paulina, que dejó una nube café grisácea sobre la ciudad durante muchas semanas y trajo consigo una ola de enfermedades en los ojos, el tracto respiratorio y el digestivo de cientos de personas. En aquella ocasión no teníamos cubrebocas (herencia de la Pandemia).

El escenario pinta para ir igual o peor, nadie pasa por la basura, la gente revuelve los desechos orgánicos con el escombro.

En la noche sigue el desfile de carros cargando los postes para el tendido de cableado eléctrico. y los que también.

A pesar de que es temprano y que en muy pocas partes ya hay energia que permite alumbrarse, la noche se sigue sintiendo muy pesada.

Son las 7:39 pm, el olor es demasiado fuerte a pesar del cubrebocas. Ahora se escucha “Take On me”
De Ah- Ha (I’ll be gone un a day or two)
Afuera está más fresco que en el interior de las casas, ¿qué es peor, el olor o el calor?
No sé si meterme. Los gatos me acompañan y ellos se ven cómodos aquí.

El Día de muertos pasó casi desapercibido. En el centro de la ciudad la gente buscaba dónde cargar sus teléfonos; había algunos locales ya con energía eléctrica pero llegaron los empleados y bajaron el switch. La gente se fue molesta y triste de lo que queda de la casa de empeños Dondé y de la parte de afuera del restaurante la Casa de los Abuelos, pues también llegaron empleados a poner láminas y bajar el switch: dejaron una larga fila de gente desesperada sin poder cargar sus aparatos para comunicarse.
“Qué mala onda dijeron unos”, otros dineron que entendían porque podría haber algún cortocircuito.
Regresar a casa es tardado, pero se puede.

Hoy ya es viernes y el cuerpo lo sabe: los cuerpos lo saben. Cansados, adoloridos, hinchados, polvosos, quemados de sol, deshidratados. Sobreviviendo, como la canción de los Bee Gees.

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