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JOSÉ CARLOS LUQUE BRAZÁN    /

 

Ciudad de México, 04 de enero de 2021.

La derrota política que sufrieron los neoliberales en Chile es equivalente a la caída del muro de Berlín para los comunistas en el siglo XX.

De ese tamaño es la magnitud simbólica del triunfo de Gabriel Boric y del pueblo chileno en las elecciones presidenciales y constituyentes en el 2021. Significa además el primer ladrillo de la lápida al credo neoliberal que solo construyo desigualdad social y se sirvió con la cuchara grande gracias a una “democracia” fundada en los golpes de Estado, en constituciones forjadas por dictadores de la talla de Pinochet y Fujimori, constituciones autoritarias que fueron la base del poder político de oligarquías que nos hundieron en la corrupción, el crimen organizado y la miseria.

No podemos olvidar que el Chile de Pinochet significó el nacimiento del neoliberalismo chupacabras y todos y todas esperamos que el Chile de Gabriel Boric sea el comienzo del fin de estas arquitecturas políticas nefastas que fueron impuestas a sangre y fuego, dejando en su camino miles de personas asesinadas, desaparecidos, exiliados y un continente que perdió sus derechos sociales en medio de democracias excluyentes que validaron los fraudes electorales de Salinas de Gortari en México y de Alberto Fujimori en el Perú en la década de los 90 del siglo pasado y que se repitieron en México en las elecciones del 2006 y el 2012, fraudes certificados por los institutos electorales correspondientes. Eran tiempos de la hegemonía neoliberal y hoy en día sus bases institucionales se encuentran siendo desmontadas por el creciente avance político de las izquierdas latinoamericanas que seguramente tendrán en 2022 las buenas nuevas del regreso al poder de la izquierda en Brasil.

Como vemos, desde la Patagonia hasta Tijuana, la realidad política para las derechas latinoamericanas es trágica: van perdiendo elección tras elección y sus modelos de referencia (principalmente el chileno), van cayendo uno por uno. De seguir la tendencia es muy probable que en un par de años solo queden en sus manos los gobiernos de países como Ecuador, Paraguay y Uruguay. Esta cruda decadencia ha sido difícil de ser asimilada por los intelectuales del viejo régimen, el Marqués Mario Vargas Llosa (su voz más emblemática), escribió en su espacio Piedra de Toque, publicada en el diario español en diciembre pasado, una columna titulada: “Los dictadores”, en dónde explica su desazón por el triunfo de Gabriel Boric y manifiesta su total respaldo al candidato neopinochetista derrotado José Antonio Kast, además recuerda con nostalgia al político peruano José Luis Bustamante Rivero, quien fue electo presidente del Perú en 1948 y sufrió un golpe de Estado por parte de los militares en 1948, Vargas Llosa, recuerda la “democracia peruana” de entonces con melancolía y olvida el carácter patriarcal y oligárquico de la misma, ya que en la elección de Bustamante sólo votaron los hombres mayores de 21 años, propietarios, alfabetos y moralmente aceptados, características refrendadas por la entonces constitución vigente promulgada en 1993, la cual además proscribía al partido comunista y todo aquello que sonará a socialismo, en conclusión, la democracia de Bustamante y Rivero era un club de finos caballeros patriarcales y oligarcas que eran una minoría privilegiada dedicada a explotar a las grandes mayorías indígenas y mestizas del país andino. Evidentemente el Marqués Vargas Llosa es un fósil político anclado en el mesozoico neoliberal latinoamericano.

Lo que las derechas no entienden es el carácter formativo contemporáneo de las izquierdas latinoamericanas, todas ellas germinaron en las semillas sembradas en la tierra fértil de las m movimientos sociales y las sociedades civiles articuladas en torno a los derechos humanos que en un primer momento se opusieron  mediante la acción colectiva a las dictaduras militares y que después enfrentaron las prácticas autoritarias de las democracias neoliberales en la región ampliando la movilización social de los jóvenes, los indígenas y las mujeres. Es en esta tesitura en donde se formaron las ideas, intereses y valores que dieron sustento a la generación milenial que llevó al poder a Boric en Chile y que participo parcialmente en México, Perú y Argentina. En esta dinámica, los cambios y transformaciones que estamos viviendo significan el arribo al poder de una generación que tomó la decisión de apostar por construir otro pacto social y político, que tiene como centro la ciudadanía social, la dignidad humana y el desarrollo de una ecología política sustentable tanto a nivel global, glocal y transnacional.

Por eso mismo el año 2022 es el inició de un camino de esperanzas en donde se vislumbra otro mundo posible y sustentable. Mientras tanto veremos los últimos espasmos de una derecha que perdió la hegemonía cultural y política y a la cual solo le va quedando el poder económico. Feliz año 2021.

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