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Las cifras del PRD

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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

En su cuenta de Twitter, la secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Beatriz Mojica Morga, escribió lo siguiente: “En 2016 y 2017 el PRD obtuvo 5 millones de votos; en una alianza eso hará la diferencia entre perder y ganar”.

Esa es, en poquitas palabras, la filosofía que alienta al “partido que nació el 6 de julio” de 1988, como lo llamó su fundador Cuauhtémoc Cárdenas.

No se trata de una propuesta ideológica, no es un plan de trabajo, tampoco un programa de acción: se trata, simple y llanamente, de cifras.

Esas cifras, según Beatriz Mojica, harían la diferencia entre perder y ganar.

¿A quién va dirigido el mensaje? ¿A Andrés Manuel López Obrador y Morena, con quienes el PRD ya demostró que no pretende ir en alianza pues en plena campaña electoral por el Estado de México anunció la que tendrá con el PAN en 2018?

¿Se dirige la ex candidata a gobernadora de Guerrero a su próximo aliado, para recordarle lo que va a ganar al ir de la mano con el sol amarillo? ¿O es un mensaje para el PRI, para que sepa que su amigo el PAN podrá volver a la presidencia de la mano con el PRD?

Tal vez, al final de cuentas, Beatriz Mojica se dirige con su mensaje a los electores, simpatizantes de su partido o que lo fueron, para explicar la trama de las alianzas perredistas. Pero al hacerlo, exhibe en carne viva lo que es el otrora principal partido de izquierda: una moneda de cambio que vale 5 millones de votos. Quien vaya en esa alianza, estará en posibilidades de ganar.

En la actualidad, el PRD podrá ser, como se enorgullecen sus dirigentes en decirlo, un partido que gobierna varios estados, que tiene múltiples alcaldías distribuidas en el país, que controla congresos locales y que tiene una fuerte presencia en el Senado y la Cámara de Diputados.

Pero es, esencialmente, un partido de 5 millones de votos.

Todos los cargos que actualmente tiene terminarán y sus gobernados dejarán de serlo, a menos que el perredismo logre volver a convencer a los votantes.

En el proceso electoral del Estado de México, el PRD jugó el mismo papel que Luis Walton y Movimiento Ciudadano en Guerrero: sabotear la posibilidad de un triunfo de izquierda. Beatriz Mojica, que lo vivió en carne propia, ahora fue protagonista activa en reeditarlo en tierra mexiquense. El candidato que había sido “la sorpresa” y que no declinó por Delfina Gómez demostró que en realidad no iba a ganar; su función solo consistía en restar votos a la opción de izquierda. Igual que Walton en Guerrero.

La de 2018 va a ser una competencia en la que la izquierda va a ser sometida a prueba de fuego. El PRD, aunque hizo pública su alianza con la derecha que representa el PAN, sigue intentando mantener aunque sea la imagen que lo vincule a la izquierda, a sabiendas de que la jugada obradorista consiste precisamente en aislarlo, en que las bases lo vean como un partido plegado al sistema, ya fuera del espectro de la izquierda.

Por eso Beatriz Mojica juega con la idea de que el destinatario de ese tuit suyo sean López Obrador y Morena: es como decirle a ambos que, por tercos, no ganaron en el Estado de México, y por tercos podrían no ganar la presidencia de la República. El problema de fondo es si realmente el PRD quiere una alianza con la izquierda, porque al menos la que ya anunció es con la derecha.

Otro asunto también relevante es que en 2018 ya no se trata –como en el 2000- de sacar al PRI de Los Pinos. Ahora se trata de hacer un cambio real en el ejercicio del gobierno.

Vicente Fox llegó con la divisa del cambio, aprovechó el voto útil, y luego se mostró como el presidente iletrado, antidemocrático y nefasto que fue.

A López Obrador, por otra parte, le costó mucho hacer alianzas internas en el PRD para mantener la hegemonía de su corriente, y en un afán de tener presencia interna impulsó a gobernadores como Pablo Salazar Mendiguchía, Zeferino Torreblanca Galindo, Gabino Cué, que lo traicionaron. El pragmatismo le costó caro, porque cuando debió contar con su apoyo, los gobernadores volvieron la cara al régimen y al final él se quedó arañando el triunfo dos veces.

¿Por qué querría hacer una alianza ahora con quienes lo podrían traicionar en el momento de las decisiones? La cúpula perredista de los Chuchos no ha cambiado, lo mostraron con el Pacto por México, lo mostraron en la aprobación de las reformas estructurales, en el Edomex y lo van a refrendar en 2018.

Es congruente la apuesta de López Obrador y Morena de no ir con el PRD; en cambio, la alianza perredista con el PAN no se sostiene por el simple hecho de que ya no es necesaria: no se trata de sacar al PRI de Los Pinos (para lo cual no importa qué represente cada partido), sino de presentar un nuevo proyecto de nación (para lo cual es indispensable ver qué representa cada partido).

En 2018 las bases perredistas tendrán que tomar una decisión: si se mantienen o no apoyando a los candidatos de este partido o si apoyan a los que presente Morena.

Pero será un momento irrepetible. Al final, no importa qué uso le dé el PRD a los 5 millones de votos, si logra colocarlos en con el PAN, o con Morena. Lo que importa realmente es qué harán esos 5 millones de electores ante un partido que, sin el menor rubor, los está ofreciendo en bandeja de plata para el mejor postor.

 

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