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MANUEL NAVA  /

 

En términos muy generales el concepto de pobreza absoluta se aplica al número de personas que en un país viven por debajo del umbral de ingresos de uno a dos dólares traducido al tipo de cambio local.

La intensidad de la pobreza se mide mediante la denominada “brecha de pobreza” que tiene en cuenta no sólo la proporción de pobres, sino el grado en que lo son.

En 2016 se registraron 1.92 millones de mexicanos menos en condición de pobreza, la mayor reducción de la que se tenga registro de acuerdo con un análisis del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Las campanas se echaron a vuelo. Guerrero salió de la franja de la pobreza, se llegó a pregonar en el optimismo desbordado. El estudio planteó una reducción de la pobreza extrema en el país entre 2014 y 2016, años en los que se vivió una agitación social en el estado que volvieron a poner de manifiesto las debilidades estructurales de la economía de la entidad.

Además se multiplicaron las autodefensas y la violencia del narcotráfico tomó un impulso que aún no termina. Entre 2014 y 2015 hubo fuerte descapitalización de la economía estatal a consecuencia de los elementos mencionados. Ello se tradujo en desempleo y falta de ingresos en una porción adicional de los habitantes.

Chiapas, Oaxaca y Guerrero, entre otros, tienen niveles de pobreza superiores al 50 por ciento de su población de su población. Y si tomamos en cuenta los datos recientes de Coneval Chiapas tiene 65.5 por ciento de su población en situación de pobreza, Oaxaca 59.7 y Guerrero 59.3.Es decir, los pobres siguen estando en el mismo lugar.

Estas tres entidades, junto a Puebla y Veracruz, suman 15 millones 180 mil 607 personas en condición de pobreza, equivalente al 34 por ciento del total de la población pobre que hubo en el país en 2015, es decir 44 millones 533 mil 273 personas.

La variación no implica la superación de la pobreza, sino un ajuste estadístico. Ahora se toma como ingreso el monto que las personas recién como beneficiarios de los programas sociales.

En efecto, ser beneficiario de programas sociales implica tener ingresos y mejora ciertos indicadores, pero no supera la condición de pobreza y menos aun cuando estas personas carecen de ingresos derivados de su trabajo.

Es decir sin los recursos de los programas sociales, estas personas no tendrían acceso a la canasta básica y contando los recursos no se garantiza firmeza en el piso social por arriba de la pobreza. En suma, no han salido de pobres, solo asomaron la cabeza.

Otro dato es que al incluir como ingresos los beneficios de programas sociales, se pierde comparabilidad con cualquier cifra que tengamos para 2015. No hay argumento para poder afirmar que la pobreza bajó o creció, y el gobierno no podrá evaluar con seguridad cuál es el efecto de las políticas públicas.

Los resultados de la pobreza 2015 habrá que tomarlos con mucho cuidado, porque sería un cambio estadístico que no sabemos qué parte atribuirla a la política social, o qué parte adjudicarla a la eliminación de los ingresos sospechosamente bajos.

 

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