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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 13 de octubre de 2020.

La definición de la candidatura a la alcaldía de Acapulco por Morena, enfrenta retos importantes, que nadie debería ignorar.

Las encuestas prevén que este partido podría alzarse con el relevo pues se encuentra en la preferencia electoral y si se mira el escenario desde la óptica de la elección de 2018, el resultado estaría más que cantado. Su principal adversario, el PRD, partido que ha ganado todas desde 1999, -excepto una con el PRI y otra con Morena-, pasó hace dos años al cuarto lugar; y el que fue segundo en la elección de 2018, el PRI, no parece preocupar a los morenistas porque no tiene en Acapulco ni operadores eficientes ni figuras que puedan arrasar en una campaña. Al PT se le reconoce el mérito del tercer sitio, pero se le atribuye más al efecto Zeferino Torreblanca que a una presencia propia de ese partido.

Así que, vistas las cosas de esta manera, a los aspirantes morenistas parece interesarle más la cuestión interna que la posible confrontación afuera. Quizá eso explique que sea al interior donde se gesta la principal batalla por la postulación -en la mayoría de los casos, no en todos- en lugar de buscar estrategias que les permitan enfrentar a un adversario externo.

Pero eso podría ser una percepción equivocada, y podría contribuir a un giro inesperado, demostrando, una vez más, que en política nada está escrito. Algunos temas que amenazan el posible triunfo de Morena en Acapulco son los siguientes:

  1. La confrontación contra el gobierno municipal. Seis ediles morenistas y seis diputados locales por Acapulco, todos del equipo del ex delegado Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, mantienen un enfrentamiento contra la alcaldesa Adela Román Ocampo y abiertamente proclaman como un posible triunfo suyo su eventual caída. Dos ejemplos de sus acciones son, por una parte, el bloque de ediles que dejaron ver en el segundo informe de la alcaldesa; y por la otra, la iniciativa de la diputada Mariana Guillén para obligar al gobierno municipal a recontratar a los trabajadores de lista de raya que había despedido, con el argumento de que habían salido durante la pandemia. Este último caso tuvo que ser revertido por el PRD en el Congreso, porque sentaría un precedente riesgoso para próximos alcaldes. Este conflicto con la alcaldesa morenista debería ser muy importante para los aspirantes, porque en realidad ellos no ganan si logran la caída de su propio partido en Acapulco, pero no lo ven así.
  2. La falta de figuras prominentes. Hasta ahora, todos los aspirantes se encuentran más o menos en un mismo perfil. Podrían destacar las diputadas federales Rosario Merlín y Abelina López, pero ellas han preferido mantenerse en una posición discreta en la Cámara de Diputados, incluso votaron en contra de la propuesta presidencial de revertir la reforma educativa de Peña Nieto. Los demás aspirantes (el síndico Javier Solorio, los regidores Hugo Hernández, Javier Morlett, los diputados locales Moisés Reyes, Zeferino Gómez, Yoloczin Domínguez, Marco Antonio Cabada y Mariana Guillén) están en un nivel en el que cualquiera tendría las mismas posibilidades de asumir la candidatura. Es decir, no hay alguien que por sí mismo se perfile como puntero, capaz de arrastrar a los demás. Podría decirse que la marca Morena ganaría la elección. Pero López Obrador no aparecerá en las boletas. Y será una elección intermedia, es decir, de poca afluencia de votantes.
  3. Las campañas anticipadas. Definitivamente, no ha caído bien en la población la campaña de espectaculares desplegada por varios miembros de este mismo equipo de Morena. Pablo Amílcar Sandoval inundó de espectaculares el estado, al día siguiente que dejó la delegación; Zeferino Gómez lo hizo en plena cuarentena, en Acapulco, para promover sus comedores comunitarios con su foto gigantesca; y Cabada lo hace en estos momentos. Mariana Guillén aprovechó su informe para poner en la parte trasera de camiones urbanos su imagen; y Yoloczin Domínguez aparece en un video donde lanza porras a su candidato a gobernador mientras da la bienvenida a un personaje del que no se sabe gran cosa, pero que se dio a conocer porque en plena pandemia colocó espectaculares con su foto y su nombre: Gandhi Cabañas, sin mayor explicación de quién es, qué quiere, qué pide o qué ofrece.

Pero no todos han incurrido en estas prácticas y eso también hay que decirlo. Por parte de los seguidores de Sandoval Ballesterios, los regidores Hugo Hernández y Alaín Rodríguez han mantenido una relación institucional con la alcaldesa que representa a su partido, y tampoco han desplegado ningún tipo de campaña anticipada; igual la diputada Teófila Platero, aunque ella no se le menciona como aspirante a ningún cargo.

  1. La campaña enfrente. Por último, a los factores internos, habría que sumarle los externos. Aunque los morenistas no parecen preocuparse por adversarios externos, estos pueden existir. En el PRI, podría surgir un aspirante de improviso (¿por qué no El Costeño, o Jorge Campos, que andan movidos y en otros tiempos han apoyado a este partido? ¿O Érika Lührs, como se comentó aquí?); y en el PRD, si se consolida la candidatura de Víctor Aguirre, este podría dar una buena batalla. De hecho, el edil perredista se prepara de veras para ganar, y por ello operó en la Legislatura revertir la propuesta de Mariana Guillén, para no tener, si es el próximo alcalde, un precedente de intromisión del Congreso en las funciones del municipio.

Al final, estos focos rojos -a los que se sumarían los conflictos internos en Morena estatal y nacional-, deberían encender las alertas en todos los que aspiran a la alcaldía porteña. A despecho de lo que ellos creen, una dosis de acercamiento, de unidad, les vendría bien. No por lo que ya está por terminar, sino por lo que viene.

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