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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 14 de diciembre de 2020.

De un momento a otro, según lo anunció hace días en Guerrero el delegado especial Salomón Jara, Morena dará a conocer el nombre de su candidata o candidato al gobierno del estado.

Según absolutamente todas las encuestas que se han publicado en el último año, el senador Félix Salgado Macedonio es el candidato elegido por los guerrerenses para que sea su gobernador. No solo el más conocido, sino que los ciudadanos han respondido de manera favorable al ex alcalde de Acapulco, con una pregunta clave: ¿Quién quieres que sea tu gobernador? Con diferentes matices, es lo que han preguntado las compañías encuestadoras.

El dato es importante porque en estos momentos en la cúpula morenista se prepara dar a conocer el resultado de la encuesta definitiva, y nombrar de una vez por todas a quien será el próximo gobernador o gobernadora.

Si la lógica es lógica, en esa encuesta definitiva tendría que aparecer a la cabeza Salgado Macedonio, porque no se entendería que ni siquiera las encuestadoras con sospecha de favorecer a algún candidato (marcadamente a Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, el segundo lugar en todas; o a Luis Walton, el empresario proclive a comprar voluntades) hayan logrado evadir el hecho de que el candidato más popular es el senador con licencia, y en cambio la encuesta oficial de Morena sí lo hiciera.

Dicen los que saben -y este columnista no sabe nada- que en estos momentos hay un jaloneo en la Ciudad de México, pues fuerzas interesadas en imponer a otro de los contendientes hacen hasta lo imposible por desbancar a Salgado Macedonio, pero no encuentran cómo. No encuentran cómo, pues no han hallado ni una sola encuesta previa que no lo coloque en primer lugar, y ni las movilizaciones de las mujeres que Nora Velázquez llevó a manifestarse al Senado, a la sede de Morena, y que piden que no se le dé la candidatura al senador, han logrado bajar su popularidad.

En ese contexto estarían las negociaciones, más allá del resultado de la encuesta, que a estas alturas, según algunas fuentes -y ya se dijo que este columnista no sabe nada- reitera el resultado favorable al Toro.

Lo delicado del asunto es que, en Guerrero, Morena está se está jugando el futuro de la 4T, el proyecto de Andrés Manuel López Obrador.

Guerrero es el estado donde el presidente obtuvo una de las más altas votaciones del país. Aquí se gestaron las tres transformaciones anteriores: la independencia, la Reforma, y la Revolución. La Cuarta Transformación ha tenido en Guerrero un impulso muy importante.

Sin embargo, para que la 4T pueda resistir los embates de la derecha y el presidente pueda llevar a cabo sus programas, se requiere de tener un Congreso con mayoría morenista. En la elección de 2018, hubo muchos, la mayoría tal vez, que se subieron al barco de López Obrador y pudieron ganar solo por la figura del presidente. Infinidad de desconocidos hoy ocupan curules, gobiernos municipales, senadurías, y se preparan para seguir gobernando, como si realmente ellos, y no López Obrador, hubieran ganado.

Pero 2021 no es 2018. El presidente que los jaló al triunfo no estará en la boleta ni hará campaña a su lado. En los estados, y es el caso de Guerrero, la figura que sustituirá al presidente en la boleta es el candidato o candidata a la gubernatura. Quien busque gobernar la entidad, es quien habrá de jalar a los candidatos y candidatas en los distritos. De otro modo: es quien va a garantizar la permanencia de la 4T.

Decía Ramón Sosamontes, en los tiempos de la hegemonía perredista, que, si el PRD postulaba una vaca, esta ganaba. El tiempo ha pasado, y el criterio ya no está vigente. Los ciudadanos han aprendido a elegir con base en la persona y no con base en el partido. En este caso, Morena tiene, según todas las encuestas, amplias posibilidades de triunfo; y tiene un candidato que, inclusive sin hacer campaña, y con una guerra sucia en su contra, se mantiene como puntero muy alejado de sus cercanos competidores. Esa es una ventaja muy saludable.

Por ello, si Morena optara por imponer a un candidato impopular, las consecuencias podrían ser desastrosas. Primero, habría una sensación de orfandad de quienes hoy siguen al puntero; segundo, quien resultara candidato tendría dificultades para hacer la operación cicatriz, en particular si desde su equipo hubo una guerra sucia contra ese puntero para bajarlo, y contra otros aspirantes; y, sobre todo, podría generarse una fractura al interior de Morena. Si con ese escenario adverso de todas maneras logra ganar la elección, es muy probable que quienes pierdan sean los candidatos a diputados locales y federales, y ayuntamientos, porque el candidato a gobernador apenas podría garantizar su propio triunfo.

Para muestra, un botón: en la elección pasada, con López Obrador en la boleta, Morena solo ganó 16 de 80 alcaldías. Que el candidato o candidata a la gubernatura no pudiera jalar ahora a los de las diputaciones, sería un desastre.

Morena ya rompió lanzas contra sus posibles aliados, el PT y PVEM, de modo que sus candidatos irán solos a la contienda. Enfrente habrá una coalición con un PRI que ha estado dormido, pero no está muerto, y con un PRD dispuesto a recuperar los espacios que Morena no sepa aprovechar.

Así que el resultado de la encuesta no tendría por qué sorprender a nadie, pues desde hace más de un año todas, todas las encuestas, han dado ya un resultado. Cualquier otra cosa que se diga, cualquier otra figura que se quiera imponer, solo será una apuesta, arriesgada, temeraria, en la que estarán en juego todos los intereses, menos los de la 4T.

 

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