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*Para Miguel

“Guerrero no solamente era ‘un amigo sincerísimo’ […] también el poderoso ‘brazo que conservara sobre los montes del sur el fuego santo de la libertad’”

José Mancisidor

GEOVANNI MANRIQUE PASTOR /

Acapulco, 4 de Junio de 2023.

Soy de las personas que creen firmemente que en los pequeños detalles están las grandes cosas. Por eso, cuando terminé de leer, el que es quizá, uno de los mejores perfiles construidos -en los últimos tiempos-, sobre la actividad militar e ideario político de Vicente Ramón Guerrero, nuestro prócer suriano, quedé fascinado, deslumbrado, asombrado; y refrendé una vez más, mi admiración profunda así como mi convicción guerrerense liberal-republicana, porque encontré en este modesto pero significativo trabajo biográfico un importante esfuerzo por recuperar para nuestra Historia el valor simbólico de momentos y episodios, el valor estratégico de procesos tanto políticos como militares y el valor incalculable de aquellos detalles que constituyen la cotidianidad de una persona que trascendió el tiempo para convertirse en un referente de nuestra Patria.

Porque como ya lo he dicho -como lo insisto nuevamente-, el mito nacional que construyeron y sobre el que se legitimó el antiguo régimen encarnado en los periodos autoritario y neoliberal -que antecedió a la Cuarta Transformación de la vida pública de México-, minusvaloró, suprimió y proscribió al olvido momentos, procesos y actores políticos de un valor incalculable. Y para muestra basta un botón.

Vicente Ramón -siendo ya presidente de la República- fue conocido como El Negro por sus adversarios, no por el color de su piel sino por su terca obstinación de hacer efectiva en septiembre de 1829 la abolición de la esclavitud promulgada en septiembre de 1813 por el generalísimo Morelos en Los Sentimientos de la Nación.

Aunque nació el 7 de abril de 1782, al ser bautizado el 9 de agosto del siguiente año (1783), fue la segunda y no la primera la que quedó registrada como su fecha de nacimiento. Vivió su infancia en el número 59 de la calle Arrabal, en Tixtla; en donde aprendió el oficio de la armería de sus tíos Manuel y Diego así como de Juan Pedro, su padre, y conoció los detalles, las minucias, las claves para la adecuada fundición de cañones, elaboración de municiones y construcción de armas de menor calado.

Esos saberes, así como los que adquirió de la arriería, a la que también se dedicaba su familia, al paso del tiempo se convertirían en conocimientos estratégicos de nuestro guerrillero heroico, para hacer frente con éxito al periodo más complicado de la guerra revolucionaria de independencia, cuando a la muerte del generalísimo Morelos y tras el fallido intento de Fray Servando Teresa de Mier y del valeroso Xavier Mina de revivir la chispa del movimiento, tuvo que asumir la conducción de las guerrillas y restablecer la red de apoyos de caseríos, comunidades y localidades de las tierras del sur para finalmente, ante las imbricadas, contradictorias y pragmáticas condiciones sociales, económicas y políticas de la todavía Nueva España -que a esas alturas no era ni Nueva ni tan España-, pactar con un segmento de las filas realistas proclives a la independencia, las representadas liderazgos como el de Agustín de Iturbide.

Vicente Ramón fue un hombre incomprendido por sus coetáneos porque las ideas que daban sustento a su actuar pertenecían a otra época, a un tiempo moderno del que nuestra naciente República, que se erigía como resultado del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba y que era preciso edificarse con una nueva estructura social, económica y política para romper con 300 años de dominio colonial, no estaba aún preparada; y que quizá con la restauración de la república tras el Segundo Imperio hasta 1857, inició a dar luces de vida como un verdadero Estado Nacional gracias al ideario de personas de su talla –por supuesto también progresistas y republicanas-, como Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Benito Juárez, por citar sólo algunos nombres.

Vicente, Ramón, El Negro, nuestro Guerrero, uno de los tres padres de la Patria, el orgullo de nuestra patria chica, hoy es más que nombres, sobrenombre, apellido o referencia del muro de honor de héroes nacionales; es más que los lugares comunes del discurso político, más que la hagiografía ramplona. Es vigencia de su ideario político en la transformación y transustanciación de nuestra República, en el trabajo cotidiano para constituir una sociedad más justa, menos desigual;

Quienes aún no se han dado la oportunidad, esa valiosísima oportunidad, de conocer a esta digna persona, cuyo apellido le da nombre a nuestra entidad, este es el momento; momento en que la lucha por la libertad y la igualdad empieza a materializarse, momento en que cambios profundos de valores, actitudes, conductas, pero también de una nueva mística en el ejercicio del poder político y de las reglas del juego se encuentran a favor del pueblo todo, muy especialmente de quienes menos tienen y por los que El Negro Vicente Guerrero entregó sus servicios a la patria, en parte de su gestación y primeros años de vida independiente.

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