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REDACCIÓN    /

Chilpancingo, 29 de enero de 2023.

En septiembre del año pasado, Beatriz Vélez  Núñez asumió por quinta vez consecutiva la secretaría general de la sección 36 del Sindicato Nacional de Trabajadores de Salud (SNTS), y desde ese momento definió lo que parece ser su estrategia para este momento en particular: montarse sobre las autoridades del ramo e imponerse a como dé lugar. 

Para ello, inició movilizaciones que comenzaron con el objetivo de destituir a la secretaria de Salud, la doctora Aidé Ibárez,  pasaron por pedir la destitución de directores de hospitales hasta quedar como principal y único gran logro, haber conseguido la renuncia de una jefa de enfermeras en Chilpancingo. 

No es la mejor trayectoria, si se mide en términos políticos y de fuerza. Sin embargo, sirve para tratar de entender lo que está pasando en el sector salud y, en particular, en el sindicalismo que encabeza Vélez Núñez. 

Habrá que entender en principio, quién es la dirigente que en marzo del año pasado se atrevió a poner un ultimátum a la gobernadora Evelyn Salgado Pineda para que destituyera a la secretaria de Salud, y tuvo que quedarse con las ganas, pues la titular del Ejecutivo le demostró que es ella, y no la dirigente sindical, quien manda en Guerrero. 

Beatriz Vélez lleva cinco períodos al frente del SNTS, y es el ejemplo clásico de ese sindicalismo que creció al amparo del viejo régimen, émulo de figuras como Fidel Velázquez (CTM), Elba Esther Gordillo (SNTE), Carlos Romero Deschamps (Petroleros), o Víctor Flores Morales (Ferrocarrileros), entre otros. 

Todos estos personajes tienen puntos en común con Vélez en Guerrero: se han eternizado en el poder, enfrentan una fuerte oposición interna, han utilizado su dirigencia para obtener cargos públicos y prebendas para familiares y allegados, ejercen la violencia para imponerse, y han tenido un desaforado enriquecimiento que no se explica con el trabajo que realizan y el salario que devengan. 

Vélez Núñez inició su carrera política en 2006, acompañando al entonces candidato del PRI a gobernador, Héctor Astudillo Flores, y seis años después en la misma condición al priista Manuel Añorve Baños. Aunque en las dos ocasiones su partido perdió, ella ganó, pues tuvo el respaldo de su partido para mantenerse en la dirigencia sindical, que consiguió por primera vez en 2009. 

Fue, recuerdan algunos trabajadores, una lucha intensa, con grupos de choque para imponerse a pesar del rechazo que ya concitaba. Sin embargo, en estos poco más de 13 años, Vélez Núñez ha gozado las mieles del poder: fue secretaria de Organización del Comité estatal del PRI en 2013, diputada federal por el tricolor en 2015, colocó a sus familiares y amistades en la nómina con altos salarios, violando toda normatividad, y acrecentó sus propiedades, según han denunciado una y otra vez sus opositores. 

La prensa ha documentado parte de esas irregularidades. El 17 de marzo del año pasado, por ejemplo, el noticiario Al Tanto, que encabeza el periodista Misael Habana de los Santos, exhibió las denuncias que circulaban en las redes sociales sobre otorgamiento de plazas a sus familiares, como a su hermana Concepción Vélez Núñez, a su sobrina Claudia Fuentes Vélez, a su sobrino César Augusto Fuentes Vélez, a su hermano Víctor Alfonso Vélez Núñez, así como a varios de sus allegados. 

El 18 de julio del año pasado, un poco antes de que Vélez obtuviera su quinta elección, el portal Ahora Guerrero dio a conocer -citando a la Plataforma Nacional de Transparencia- que su hermana Concepción Vélez tuvo en 2021 percepciones mensuales superiores a los 65 mil pesos, apenas 8 mil menos del salario que percibe la gobernadora. 

El uso de la violencia para imponerse en asambleas también ha sido recurrente. En agosto de 2021, cuando todavía gobernaba el priista Héctor Astudillo Flores, el entonces secretario de Organización y Justicia de la Sección VIII del SNTS, Víctor Silva Aguilar, denunció que en distintas áreas de esa secretaría, como las jurisdicciones sanitarias de Tecpan, Ometepec y Acapulco, así como en las oficinas centrales, los trabajadores eran hostigados, enviados a zonas de mayor riesgo, y afectados de diversas maneras por no pertenecer al grupo de Vélez, mientras que a los sindicalizados que la apoyan se les otorgaban nombramientos que no les correspondían. 

La lista es larga y no es otra cosa que datos disponibles en Internet y verificables por cualquier usuario. 

El fondo, es que este liderazgo es el que se dejó ver entre septiembre del año pasado y enero de este año. Un liderazgo del más viejo estilo que se ha atrevido a retar a las instituciones y, a toda costa, intenta mover funcionarios que no son de su agrado e imponer a los suyos. 

En febrero de 2022, Vélez Núñez encabezó tomas de instalaciones de salud para lograr la destitución de la secretaria Aidé Ibárez; en mayo, para la destitución de la responsable del área de Educación Médica e Investigación, Rocío Romero López, quien apenas llevaba cinco meses en el cargo; en las mismas fechas, los sindicalistas se movilizaron para quitar a la subdirectora de Calidad de Atención Médica, Yubicela Sierra Fernández, quien había llegado en noviembre de 2021. No consiguió nada. 

Desde agosto hasta enero, Vélez Núñez personalmente se encargó de encabezar las movilizaciones y protestas para destituir a la jefa de jurisdicción sanitaria en la Costa Grande, Paloma Chavarría; y a la jefa de enfermeras del hospital Donato G. Alarcón en Chilpancingo, Tania Serna. Solo esta última optó por renunciar al cargo hace unos días. 

En octubre de 2022, los sindicalistas encabezados por Vélez Núñez tomaron las instalaciones del hospital general de San Luis Acatlán para exigir la salida del director Genaro Lara Calixto. La razón: el funcionario había instalado cámaras de vigilancia luego de unas denuncias en el sentido de que había robo de medicamento por parte de trabajadores. Al director lo apoyaron tanto la población como las autoridades de la CRAC, no obstante, las protestas se mantuvieron. 

En todas estas movilizaciones el denominador común es que los usuarios de los servicios de salud han llevado la peor parte, pues la suspensión de los mismos por las protestas los ha dejado vulnerables ante la enfermedad, o los ha obligado a realizar gastos innecesarios para tener que regresar cuando terminen las protestas. 

La reflexión final se queda sobre la mesa: ¿es este el sindicalismo que requiere Guerrero en los tiempos actuales? ¿La salud de los guerrerenses vale tan poco -tanto como un cargo- para Beatriz Vélez Núñez y sus seguidores? 

Nos leemos el próximo domingo.

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