Compartir

WALFRED GEOVANNI MANRIQUE PASTOR  /*  

Para Roberto

“Cerca de él se sentía la bondad de su alma, y tenía ciertos dejos de inocente ranchero que realmente cautivaban”

Guilermo Prieto

Guerrero fue un hombre de vanguardia porque sus firmes convicciones liberal, republicana y federalista, transmitidas a sus afectos y materializadas por sus discípulos, constituyeron sin lugar a dudas la simiente del Estado Nacional que somos.

Figuró en la vida política nacional caracterizándose por su mesura, prudencia y visión conciliatoria en los momentos cruciales para la consumación de la independencia; por el pragmatismo manifiesto en su interés superior por la Patria ante cualquier interés personal o de grupo, en los primeros años de vida independiente; así como su sencillez, humildad y modestia en el ejercicio del poder, en su efímero pero sustancioso paso por la presidencia de la República. De esa talla y nivel fue la congruencia de su liderazgo político y militar, en un momento en que las relaciones internas de la naciente sociedad mexicana era compleja, imbricada y –en ciertos momentos- contradictoria e ininteligible para muchos.

El faccionalismo en el escenario político de los primeros años de la vida independiente en nuestro país tuvo su origen, invariablemente, en la heterogeneidad en que se conformó la clase política que condujo el proceso de cambio político que representó la transición del régimen colonial bajo el dominio español al régimen republicano que se constituyó tras la instrumentación del Plan de Iguala, pero fundamentalmente de los Tratados de Córdoba.

En la coyuntura política que se configuró ante la revolución de independencia, los peninsulares asumieron posturas disímbolas, teniendo como clave de sus análisis tanto el escenario político mundial como el escenario sobre las relaciones entre la Metrópoli y las colonias ultramarinas; y muy específicamente, sus criterios y opiniones sobre el punto muerto y la correlación de fuerzas en la lucha entre el ejército realista y las fuerzas insurgentes.

Un importante segmento constituido particularmente por personas pertenecientes a las altas jerarquías de la iglesia así como del ejército, se inclinaban por la emancipación, temerosos de que sus fueros y privilegios de clase fueran abolidos por las nuevas Cortes españolas que habían adoptado una posición radical como resultado de la restauración de la Constitución de 1812; otro grupo más amplio, menos cercano al círculo concéntrico de toma de decisiones de la aún Nueva España, consideraban que la emancipación era pertinente, pero bajo un orden constitucional que fuera acorde al reino; y finalmente, un grupo de peninsulares liberales se inclinaban por el establecimiento de una República.

Por su parte criollos, indios, negros y, en conjunto, el pueblo encasillado en alguno de los estratos que la corona española definió en el oprobioso sistema de castas, por el que se constituía -a su parecer- la sociedad novohispana, se sentían identificados con el movimiento revolucionario cuyo liderazgo militar y político asumió Vicente Ramón Guerrero –el benemérito de la Patria- junto con personajes como Pedro Ascencio Alquisiras o Juan del Carmen, tras la muerte del generalísimo Morelos, en 1815; así como el intento en 1817, por reavivar la chispa revolucionaria, encabezado por Servando Teresa de Mier y Xavier Mina.

Esa identificación y afinidad del pueblo con Vicente tuvo su origen en la búsqueda de libertad, igualdad, justicia e independencia; aspiraciones del pueblo, que daban justificación, pertinencia y legitimidad de ser, a la revolución de independencia en las tierras del sur. Esas causas, eran la continuación del ideario que el general abrevó de Hidalgo a través de Morelos, quien tuvo oportunidad de transmitir –como a otros tanto patriotas- directamente a Guerrero, que retomó y difundió como lo hicieran los otros dos padres de la Patria, a sus adeptos, a través del ejemplo.

La Historia nos ofrece apremiantes lecciones, para no vivir condenados a repetir lamentables episodios; en un momento complejo como el nuestro, en el que somos partícipes –directos o indirectos- de la instauración de un nuevo modelo de distribución de poder y un nuevo paradigma en el ejercicio de la autoridad, regresar al análisis y la reflexión acerca de cómo se configuraron los procesos políticos que cambiaron las relaciones de poder en nuestra patria, podría ofrecernos luces sobre el quehacer de la política y su innegable pertinencia como única herramienta para construir una sociedad mejor. También nos ofrece la oportunidad de conocer, a través de sus biografías, los medios, propósitos y fines de mujeres y hombres que -desde su cotidiano pero virtuoso actuar- han incidido en transformar y transustanciar el estado de cosas de sus sociedades, de sus épocas e incluso trascender al tiempo y convertirse en piedras angulares del cambio permanente en búsqueda del mejor perfectible posible; el caso de Vicente Ramón Guerrero es uno de ellos.

* Doctorante en Ciencias Políticas y Sociales por El Colegio de Morelos.

Compartir:

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here