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MARISOL WENCES MINA /

El 25 de octubre de 2023, el huracán Otis, uno de los más fuertes que se haya registrado en el Pacífico mexicano, dejó al menos 53 personas muertas y decenas desaparecidas en Coyuca de Benítez y en especial en la ciudad de Acapulco. La tormenta, que tocó tierra como ciclón de categoría 5, golpeó con vientos sostenidos de 260 km/h y rachas de hasta 315 km/h, lo que ocasionó destrozos en infraestructura, así como daños del sistema eléctrico, telefonía e internet.

A tres meses de la tragedia, Acapulco se recupera lentamente de los estragos causados por Otis. Según la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, el 80% de los hoteles de Acapulco sufrieron daños y se estima que las pérdidas económicas ascienden a más de 10 mil millones de pesos.

El gobierno federal ha destinado amplios recursos para apoyar a los hoteleros y comerciantes afectados, así como para restablecer los servicios básicos y reparar las vías de comunicación. Además, se ha implementado un plan de reactivación turística para atraer visitantes a la zona.

Sin embargo, la situación sigue siendo crítica para miles de familias que perdieron sus viviendas, sus pertenencias y sus fuentes de ingreso. Muchos de ellos vivieron en albergues temporales o en casas de familiares y amigos, a la espera de una solución habitacional; después, al regreso a reconstruir o levantar lo poco que quedó. Otros se han organizado para exigir al gobierno una atención más rápida y eficiente, así como una indemnización justa por sus pérdidas. Algunos, incluso, han recurrido a la ayuda internacional para solicitar asilo en otros países, ante la falta de oportunidades en Acapulco.

A pesar de las adversidades, los acapulqueños no han perdido la esperanza de reconstruir sus vidas y su ciudad. Con el apoyo de organizaciones civiles, religiosas y empresariales, realizaron diversas acciones de solidaridad, como recolectar víveres, donar ropa, repartir comida, brindar asesoría legal y psicológica, y ofrecer empleo temporal. Asimismo, han demostrado su resiliencia y su alegría, al celebrar las fiestas navideñas y de fin de año con música, baile y fuegos artificiales, en medio de las ruinas que dejó el huracán.

Acapulco es una ciudad que ha sufrido muchos golpes a lo largo de su historia, pero que siempre ha sabido levantarse. El huracán Otis fue uno de los más duros, pero no el último. Los acapulqueños saben que el cambio climático es una amenaza real y que deben estar preparados para enfrentar nuevos desastres naturales. Por eso, además de reconstruir, también se debería buscar prevenir y mitigar los riesgos, mediante la educación, la participación y la innovación. Acapulco no se debe rendir, Acapulco se debe renovar.

Preguntas: ¿cuántas personas que vivieron la tragedia han conseguido dormir bien después de Otis? ¿Quién vive con ansiedad o depresión después de esto?

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